Suena el timbre con ganas. Una vez, dos veces y tres veces. Son las 9:30 de la mañana en punto. Del otro lado del portero eléctrico un señor jubilado.
— ¿Quién es?
— Hola, ¿es la casa del peluquero?
— No. Es el otro timbre.
— Ah, bueno.
Suena el otro timbre. Nuevamente suena con ganas. El impaciente cliente esta vez pega un solo timbrazo.
— ¿El peluquero no atiende hoy?
— …
— Son las 9:30. El cartel dice que atiende desde las 9:30. ¿Dónde está? Qué se compre un reloj nuevo. ¿Lo espero acá?
Imagen: Septta
— ¿Quién es?
— Hola, ¿es la casa del peluquero?
— No. Es el otro timbre.
— Ah, bueno.
Suena el otro timbre. Nuevamente suena con ganas. El impaciente cliente esta vez pega un solo timbrazo.
— ¿El peluquero no atiende hoy?
— …
— Son las 9:30. El cartel dice que atiende desde las 9:30. ¿Dónde está? Qué se compre un reloj nuevo. ¿Lo espero acá?
Imagen: Septta