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03 septiembre 2013

Hagan sus apuestas

En la empresa todos saben que El Topo levanta quiniela. Algunos se ponen nerviosos cuando no lo ven, pero el Topo es puntual: todos los días a las 17:45 ya está en su puesto. Llega con tiempo de sobra para acomodarse y recibir las apuestas de sus compañeros.

Su rutina comienza con su visita sector por sector y saludar a sus compañeros. “Buenas tardes”, dice. Quiere recordarles que llegó y que pueden acercarse a jugar un numerito. Si de casualidad alguien ya lo había cruzado antes, El Topo lo saluda otra vez.

El Topo es petiso, pelado —pero con una colita de caballo ya encanecida— y tiene anteojos culos de botella. Quien le puso el apodo dio en la tecla. El Topo parece un dibujo animado. Siempre está vestido igual: zapatillas deportivas blancas, pantalón de vestir claro (muy a veces, oscuro) y camisa de manga corta.

Falta media hora para que se sortee la nocturna y El Topo no da a basto. Hoy parece que a varios les picó el bichito de la apuesta. El Topo saca del bolsillo billetes de 10, de 20 y de 50. Parece que tiene todo el cambio que los cajeros automáticos no entregan.

Ya no hay más apuestas. Es el momento de llamar por teléfono para pasar los números de la noche. Hasta las ocho y media ya se sabe que el teléfono del sector estará inutilizado hasta que El Topo termine de pasar los números.

Poco minutos antes de las nueve de la noche el televisor no se mueve de Crónica, el canal que pasa los sorteos de la Quiniela sin importar si se muere Chávez o eligen un Papa argentino. El Topo es el único que mira el televisor. Con papel y lápiz en mano anota los números que van saliendo. ¿Habrá ganador?