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02 noviembre 2014

Otro domingo

La adolescente quiere matar a su madre. Ayer tampoco la dejó ir a bailar. “Tener 13 años es una mierda”, le escribe a su mejor amiga por WhatsApp. “Chica para unas cosas y grande para otras. La vida de un adolescente es una mierda”, agrega. Doble tilde verde. En su cabeza planea cómo sería fugarse con su mejor amiga al Sur. Se lo dice a su amiga. Le cuenta que le gustaría conocer El Bolsón con ella. Su mejor amiga nunca le responderá.

El padre le enseña a patear a su hijo. La pelota es más grande que el chico y los pelos de su corte taza le tapan los ojos. El resultado, cantado: el chico le pega de puntín y la pelota sale para cualquier lado. El padre, insiste. Le pide que patee despacio y que se la pase a él. Al chico parece no importarle, le da otra vez de punta. La pelota termina en el medio de la calle. El padre cree que su hijo nunca será el nuevo Messi.

La mujer fuma sentada en el banco de la plaza. Hace tres años había dejado de fumar porque unos análisis le habían dado mal. “Seguro que ese hijo de puta ahora se está cogiendo a esa pendeja de mierda”, piensa. El que todavía es su marido le dijo hace tres días que le pasan cosas con una alumna de la facultad y que está confundido. “Confundido a los 47 años. Si será hijo de puta el pelotudo ese. Qué mierda le vi a ese hijo de puta”, dice. Apaga el cigarrillo contra el asiento. “Hijo de remil puta. Ojalá se te caiga la pija”, murmura y enciende otro cigarrillo.