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08 mayo 2015

Gordo merquero

Son casi las dos de la mañana y acá estamos, cagándonos de frio en la plaza esperando a que llegue Morrón. Eduardo dice que ya no está tomando merca y que sólo quiere pegar un veinticinco de porro copado para bajar la ansiedad. Para Eduardo, el porro es el sustituto de las cuatro comidas diarias: se fuma uno a la mañana, otro al mediodía, el tercero a la tarde y el último del día antes de irse a dormir.

—¿Querés?—Eduardo me ofrece fumar la tuca que se encontró en el bolsillo de la campera.
—No, gracias. Así estoy bien.

No me gusta fumar tucas porque es basura, la resaca del porro: toda la resina del papel acumulada. Además, la tuca se apaga todo el tiempo y para encenderla te quemás los dedos.

—¿A qué hora te dijo que venía Morrón?—pregunto fregándome las manos buscando un poco de calor.
—Ahora. Ya tiene que estar por llegar.—Eduardo lucha para encender la tuca.

Morrón vende merca y porro y como buen drogadicto, se toma y se fuma lo que vende. Hasta hace un par de meses estuvo desaparecido. Según Eduardo, los de la barra de Lamadrid le hicieron una cama porque Morrón se paró de guantes cuando le quisieron copar la plaza. Lo cagaron a trompadas entre cuatro y al día siguiente la cana lo puso cuando le vendía un par de porros a unos guachos en la plaza. Hay otra versión en el barrio que dice que Morrón se cogía a la mujer de El Pato, capo de la barra de Lamadrid, quien lo cagó a trompadas y lo mandó a tomarse el palo. Tras un par de meses exiliado, Morrón volvió al barrio.

—Pegale un llamado para ver qué onda.
—Loco, Morrón va a venir. Me dijo que lo esperemos acá.
—Pero Gordo, hace como una hora que estamos acá cagandonos de frio.

A Eduardo nunca le dijimos Edu, ni Eduardito. Siempre fue el Gordo. Cuando teníamos diez años era obeso, pero ahora está flaco. Igual le seguimos diciendo Gordo.

—Morrón no va a venir. Se la tomó y no va  a venir.

Eduardo me mira fijo. No le gustó un carajo lo que dije.

—Vinimos a pegar porro. Te dije que no estoy tomando más merca. Loco, nadie me cree. ¿Qué se piensan, que soy un gordo merquero?

A Eduardo lo dejó la novia hace un par de semanas. Él dice que la piba no sabe qué quiere de su vida y que por eso se fue a la mierda. Pero en realidad la piba no se quiere hacer cargo de un novio merquero. Me lo dijo el mismo día que se mandó a mudar. No es fácil seguirle el tren a Eduardo, no se da cuenta que es un drogadicto.

—No te persigas, Gordo. Estoy acá haciendo la segunda.
—Entonces, aguantá los trapos. Morrón va a venir.