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27 enero 2012

De Munro a Retiro en 26 minutos


Un viejo dice que se quedó ciego de un ojo y que a sus 70 años ya “no puede ni jugar al truco”. Ofrece un señalador con frases de amor a cambio “de lo que cada uno pueda”. En el final de su viaje deja un consejo para jóvenes y adultos: “hay que seguir peleándola siempre, sin bajar los brazos”. Se baja en Padilla, cuenta las monedas y las guarda en el bolsillo derecho de su saco gris raído a la espera del próximo tren a Retiro.

El calor de la tarde ya invade la formación y una madre intercambia el asiento con su hija de 6 años para que el sol no le pegue justo en la cabeza de la niña. En los asientos de enfrente dos amigos miran por la ventanilla, señalan el Estadio Monumental y se ríen entre ellos. Uno dice que el domingo le vuelven a ganar a "las gallinas” y por “goleada”. El otro, asiente socarronamente.

Falta poco para llegar a destino y un nuevo vendedor ambulante recorre el vagón. Ofrece una billetera de “simil cuero, trabajado” acompañado por un porta documento ideal para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero. Todo eso por la módica suma de 10 sólidos pesos argentinos. Una china que dormitaba le pide ver la mercadería. Pregunta si esos son los únicos colores que tiene, los mira de cerca y decide no llevarse la oferta.

La formación ingresa a la estación final y los pasajeros se acomodan a la espera de que se detenga para bajar. En el andén, docenas esperan para subir. En el hall principal, eternas colas para obtener la SUBE.

Foto: TonyU020

26 enero 2012

Que pase el que sigue

Masca chicle con fuerza. Con ganas, como si fuese la última vez en su vida que masca chicle. Suena el teléfono. El timbre retumba dos, tres, cuatro veces. Deja de pintarse las uñas y atiende. Le preguntan si esa es la oficina de Rentas y contesta que no. Del otro lado de la línea le inquieren si sabe cómo comunicarse con esa dependencia. Le dice que espere un momento. De fondo se escucha el sonido del chicle en proceso de mascado. Tras un par de minutos, le dice a qué teléfono tiene que llamar. Corta. Sigue mascando chicle y pintándose las uñas de un estridente color fucsia.

21 enero 2012

Fiesta de cumpleaños

Detrás de la reja verde inglés llamó a la cumpleañera con un alarido: "¿Vicky ya no me querés más que no me abrís?". Los tres que estaban en el pasillo mendigando un poco de aire fresco miraron hacia la entrada de la casa con sorpresa. Uno de ellos le avisó a la anfitriona que una nueva visita había llegado.

"¡Feliz cumpleaños, boluda! Hace mil que no te veo", dijo histriónicamente con otro grito al mejor estilo fan de los Beatles en los sesenta. "Bien, bien. ¿Y vos? Pasá, las chicas están en el fondo”, contestó la homenajeada.

La visita se sirvió un vaso de cerveza para matar los 33º nocturnos en Olivos Town y comenzó a charlar con Laura. A ella también le dijo que hacía mil que no la veía y le preguntó en qué andaba.

Laura le contó que estaba “a full con la tesis”, que estaba buscando un trabajo de medio tiempo para cubrirse “algunos gastos” y le elogió el reloj que llevaba en su muñeca derecha. "Está divino, viste. Son esas cosas que conseguís por 3 euros, pero que en otro lado las pagás 12 dólares", dijo sobre la adquisición del reloj con malla plástica color fucsia.

"¿Y cómo anda ese corazón, Lauri?", preguntó tapándose con la mano derecha la cara cual infante con vergüenza. "Solito, por ahora. A la espera de conocer gente", respondió y devolvió la pelota: "¿y vos?". "Ahí, viste. Yendo y viniendo", retrucó. Terminó de beber el vaso de cerveza y se explayó sobre el tema: "El otro día fui a una fiesta y un chaboncito me estuvo mirando toda la noche. Mucho histeriqueo visual, viste. En una de esas me acerco y resulta que no era del gremio. No sabés qué desperdicio, ¡estuve a punto de pedirle que se haga puto!”.

16 enero 2012

Las mañas no vienen solas

La charla entre dos amigos de entre cuarenta y tantos y cincuenta y pocos se detiene cuando uno de ellos frena la marcha para encender un cigarrillo. El más alto y más flaco, busca en el bolsillo derecho de sus bermudas negra un cigarro. Se palpa un par de veces y lo encuentra. 

No tiene fuego y con un gesto le pide a su amigo, que peina canas y pocos pelos, un encendedor. Apoya su bicicleta inglesa negra contra un árbol y saca del su pantalón una cajita de fósforos para su compañero fumador. Éste enciende el cigarrillo, agradece con la cabeza y devuelve las cerillas. Tras la primera pitada, prosigue la marcha con su amigo a su izquierda y retoma la conversación:

— El otro día se enojó con la hija porque la piba se compró un sommier. ¡Qué tipo! Dejala tranquila si se quiere comprar un colchón mejor. Para él, las cosas tienen que ser cómo a él le parecen. ¿Podes creer?
— Pero siempre fue igual. Desde que lo conozco que es así. Nadie lo va a cambiar a esta altura del partido.
— Sí, lo sé. Pero si a vos te gusta dormir en un colchón de mierda, es tu problema. No el de tu hija, ¿no es cierto? Si ella quiere dormir bien, dejala que se compre un sommier para descansar mejor.

14 enero 2012

Anoche soñé con Luca

Hace más de 45 minutos que espero al chabón este y no aparece. Ya arrancamos mal. Eso no se hace la primera vez que nos vamos a encontrar. Si ya tuviésemos confianza y supiese que siempre llega tarde no estaría esperando al pedo acá como un pelotudo. Pero ya está, no hay otra.

Si el Luis dice que este chabón tiene de la buena hay que creerle. Si hay alguien que sabe de falopa en esta ciudad de mierda, ese es el Luis. Ojalá hubiese venido él también, pero el quilombo con la Violeta esta vez es en serio. ¡Qué mina zarpada! Se limpia un lagarto y no la baja nadie. Encima, cuando le da a las pastas también termina del orto. Con el tema de las recetas truchas la van a agarrar y de esa no sale más. Ahí se le van a venir los quilombos al Luis, sobre todo con el pendejo. ¿Como le explica a una criatura de 5 años que la madre está presa porque es una drogadicta incorregible?

¡Puta madre! ¿Que hora es, loco? Este chabón del orto no va a venir. Para mí que lo pusieron. Encima, este café de mierda que me pedí no tiene gusto a nada.

Qué olor a pija que hay en este bar de mierda. El Abasto esta cada vez peor. Desde que cerraron el mercado este barrio perdió su gracia. Ahora hay gente rara por acá.

¿Qué onda ese pelado con lentes oscuros y campera de cuero comiendo ñoquis con tuco? Nadie le aviso que hace 40 grados a la sombra.

Y este chabón que no viene, la puta madre. Ya fue, yo me voy a la mierda.

07 enero 2012

Acotaciones veraniegas


Fernando está aburrido y con calor. Los 37º grados a la sombra no lo alientan a salir a la calle. La comodidad de su sillón y el aire acondicionado de su living son la coartada perfecta para no hacer nada. Se acomoda en su sofá y enciende la televisión.
En un canal de noticias presentan un informe desde de Punta del Este sobre una noche hawaiana auspiciada por una importante bodega de vinos. Todos los invitados al evento visten de “un riguroso blanco”, describe el notero. Una de las asistentes lleva un loro en su hombro derecho y dice que lo llevó a la fiesta porque “se enamoró” del animal.

Suena el teléfono y Fernando decide no atender. Luego del sexto timbrazo, el aparato deja de taladrar el dos ambientes de Parque Patricios. La fiesta en Uruguay resultó ser un éxito, informan desde la tele dándole un cierre a la nota.

Ahora, el presentador despide desde estudios centrales al movilero que se encuentra en la coqueta playa de San Ignacio rodeado de escuálidas mujeres son lentes oscuros y pañuelos de los más diversos colores sobre sus cabezas. Estalló el verano y los culos al sol se pasean por la pantalla.

Fernando también se despide de la costa esteña. En el canal de al lado, una vedette tira mierda contra su compañera de elenco de una obra revisteril marplatense. Los conductores del programa festejan cada una de sus bravuconadas y para finalizar sus exclusivas declaraciones le piden una vueltita para la tribuna. 

Ella accede encantada y dice que estuvo todo el invierno trabajando en el gimnasio para “tener este lomazo”. En la ciudad feliz los culos al sol también se pasean en la pantalla.