Detrás de la reja verde
inglés llamó a la cumpleañera con un alarido: "¿Vicky ya no me querés más
que no me abrís?". Los tres que estaban en el pasillo mendigando un poco
de aire fresco miraron hacia la entrada de la casa con sorpresa. Uno de ellos le
avisó a la anfitriona que una nueva visita había llegado.
"¡Feliz cumpleaños,
boluda! Hace mil que no te veo", dijo histriónicamente con otro grito al
mejor estilo fan de los Beatles en los sesenta. "Bien, bien. ¿Y vos? Pasá,
las chicas están en el fondo”, contestó la homenajeada.
La visita se sirvió un
vaso de cerveza para matar los 33º nocturnos en Olivos Town y comenzó a charlar
con Laura. A ella también le dijo que hacía mil que no la veía y le preguntó en
qué andaba.
Laura le contó que estaba
“a full con la tesis”, que estaba buscando un trabajo de medio tiempo para
cubrirse “algunos gastos” y le elogió el reloj que llevaba en su muñeca
derecha. "Está divino, viste. Son esas cosas que conseguís por 3 euros,
pero que en otro lado las pagás 12 dólares", dijo sobre la adquisición del
reloj con malla plástica color fucsia.
"¿Y cómo anda ese
corazón, Lauri?", preguntó tapándose con la mano derecha la cara cual
infante con vergüenza. "Solito, por ahora. A la espera de conocer
gente", respondió y devolvió la pelota: "¿y vos?". "Ahí, viste.
Yendo y viniendo", retrucó. Terminó de beber el vaso de cerveza y se
explayó sobre el tema: "El otro día fui a una fiesta y un chaboncito me
estuvo mirando toda la noche. Mucho histeriqueo visual, viste. En una de esas
me acerco y resulta que no era del gremio. No sabés qué desperdicio, ¡estuve a
punto de pedirle que se haga puto!”.