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24 diciembre 2014

Gran Hermano

Una lagartija contra la pared encandilada por un farol de jardín.

En medio de la humareda, jóvenes en cueros tiran piedras en plena Diagonal Norte.

A los 37 años encontró el amor de su vida. Ambos se sacan una selfie a pura sonrisa.

Seis amigos cantan en la previa al show de El Indio Solari en Mendoza.

Extraña a su pitbull. Se acuerda del día en que una vez lo besó en el hocico. El perro ni se inmutó.

Un Papa Noel se mete por la chimenea de una casa de City Bell cinco antes de lo esperado.

Las dos rubias hacen trompita. Están contentas. Se agradecen por la amistad que las une.

Mesa larga en un patio cualquiera. Un pollo a la parrilla es la excusa perfecta para una reunión entre amigos.

Hace equilibro sobre la tabla de surf. Tras una hora entre las olas, nadie le puede borrar la sonrisa.

A ella le encanta la Navidad. Su arbolito a pura luz estalla en plateado.


Facebook es la reina de las redes sociales. Es el segundo sitio más visitado de Internet. A diario, más de 1.300 millones de personas comparten ideas, broncas, alegrías, fotos, canciones, noticias y más. Cada tanto, actualiza sus políticas de privacidad. Son pocos los usuarios que leen la letra chica.

04 diciembre 2014

Desde el pulmón de la manzana



Si se para bien la oreja en el pulmón de manzana se escuchan cosas que pasan paredes adentro. Situaciones que ocurren ni más ni menos que en la vida de contrafrente. 

Canción: The happy song de Chris Curran. 

01 diciembre 2014

Diciembres de súper acción

Por la radio transmiten en vivo un festival encabezado por Ska-P. También participan Karamelo Santo, Las Manos de Filippi, Once Tiros y Jauría. Es el momento de Las Manos. Su cantante, Hernán “Cabra” de Vega, anuncia que la próxima canción será dedicada al movimiento piquetero argentino. Acto seguido, suena Señor Cobranza. Muy diciembre 2001: que se vayan todos, asambleas populares en los barrios. Vestigios de la rebelión antisistema que terminó por no ser.

Se acerca fin de año y en las redacciones empieza a correr la conocida bola del “diciembre caliente”. Nadie da pistas sobre el qué, el cómo, el quién o el por qué. Pero sí el cuándo. El 19 y 20 de diciembre de 2001 dejaron su marca. Quienes teníamos 18 años –y quizás no sólo nosotros- creíamos que era el fin de la política tal como la conocíamos. Venía algo distinto. Todo estaba por hacerse. Pero no: las asambleas populares duraron pocos meses y la indignación de la clase media llegó hasta la próxima compra en 12 cuotas.

Cada año, una prole de periodistas esperan que algo pase y para avalar la teoría del caos se remontan a hechos cercanos.

En diciembre de 2010 unas tres mil familias ocuparon el Parque Indoamericano en reclamo de viviendas. Tres personas murieron durante el operativo de desalojo. Todo fue transmitido en vivo por televisión. La toma continuó unos días más hasta que los ocupantes se fueron con otra promesa de las autoridades que luego quedaría en el olvido. Mientras, las familias denunciaron que bandas armadas entraron al predio para sacarlos de ahí.

En diciembre de 2012, lejos del caliente conurbano bonaerense, el epicentro fue Bariloche. Los titulares se regodeaban entre saqueos, caos y descontrol. El intendente de la ciudad patagónica, Omar Goye, quedó en el ojo de la tormenta luego que lo acusaran por inacción. En abril del 2013 el jefe comunal fue destituido a través de un referendo: el 77% de los votantes le pidió que se vaya.

Unos meses después, en diciembre, para ser precisos, un acuartelamiento de la Policía en Córdoba dio un resultado cantado: otra vez, los titulares no daban a vasto con sus robos, saqueos y tensiones. Luego, cual efecto dominó, llegaron más reclamos uniformados en todo el país. En Tucumán hubo muertos, pero nadie se hizo cargo.

Cada diciembre llega a las redacciones el fantasma del 19 y 20 del 2001. ¿Será una idea instalada por un grupo de periodistas conspiradores criados bajo los rayos catódicos o un simple acierto de los oráculos del almanaque? Por las dudas, todos los años el cántaro va hacia la fuente.

02 noviembre 2014

Otro domingo

La adolescente quiere matar a su madre. Ayer tampoco la dejó ir a bailar. “Tener 13 años es una mierda”, le escribe a su mejor amiga por WhatsApp. “Chica para unas cosas y grande para otras. La vida de un adolescente es una mierda”, agrega. Doble tilde verde. En su cabeza planea cómo sería fugarse con su mejor amiga al Sur. Se lo dice a su amiga. Le cuenta que le gustaría conocer El Bolsón con ella. Su mejor amiga nunca le responderá.

El padre le enseña a patear a su hijo. La pelota es más grande que el chico y los pelos de su corte taza le tapan los ojos. El resultado, cantado: el chico le pega de puntín y la pelota sale para cualquier lado. El padre, insiste. Le pide que patee despacio y que se la pase a él. Al chico parece no importarle, le da otra vez de punta. La pelota termina en el medio de la calle. El padre cree que su hijo nunca será el nuevo Messi.

La mujer fuma sentada en el banco de la plaza. Hace tres años había dejado de fumar porque unos análisis le habían dado mal. “Seguro que ese hijo de puta ahora se está cogiendo a esa pendeja de mierda”, piensa. El que todavía es su marido le dijo hace tres días que le pasan cosas con una alumna de la facultad y que está confundido. “Confundido a los 47 años. Si será hijo de puta el pelotudo ese. Qué mierda le vi a ese hijo de puta”, dice. Apaga el cigarrillo contra el asiento. “Hijo de remil puta. Ojalá se te caiga la pija”, murmura y enciende otro cigarrillo.

17 junio 2014

De regreso a octubre

El celular de un treintañero suena varias veces en el fondo de un bar del microcentro porteño. El tipo no quiere atender. Lo deja sonar una y otra vez. El aparato canta un gol bajo el cielo de un verano italiano. Ese fue un mundial con un sabor diferente.

Para Italia ’90 los misiles ya no imponían el temor de otros años. Era la última vez que Alemania se presentaba como Oriental o Federal. La URSS también se despedía y le dejaba el lugar a Rusia. Yugoslavia iba a desaparecer y renacería bajo varios países. Cuatro años más tarde, Estados Unidos recibía a la pelota con fuegos artificiales, trajes con lentejuelas y el libre mercado en su apogeo. El mapa ya no era el mismo. En cada partido sonreían a las cámaras niños que agitaban sus banderitas norteamericanas. Todo exagerado, pero prolijo.

Francia ’98 fue el mundial del multiculturalismo. El local salió campeón con un equipo integrado en su mayoría por jugadores que habían nacido en sus ex colonias o eran hijos de inmigrantes. Dieciséis años después, el 25% de los franceses votaría al Frente Nacional para que los representara en Europa. Jean-Marie Le Pen, el presidente del partido, tiró al aire una frase antisemita para festejar.

En 2002 la pelota aterrizaba Asia. El futuro había llegado hacía rato. En Corea y en Japón los autos no volaban y los jugadores no eran robots, pero la estandarización ya era moneda corriente. Los futbolistas no jugaban en los países que representaban, las camisetas estaban cortadas con la misma tijera y los estadios salían de un videojuego. El mercado había metido la cola. Internet también: conectarse con la otra parte del mundo ya era una realidad. La independencia suponía ser la idea madre de la red de redes. ¿Arrancaba una nueva utopía libertaria?

En Alemania 2006 nadie veía venir la crisis económica que hundiría a varios países de la zona Euro. Dos años después, algunos presagiaban el fin del capitalismo. Optimistas de la utopía, bienvenidos. De este lado del río el viejo sueño de la Patria Grande empezaba a asomar la cabeza: Fidel ya había llenado la explanada de la facultad de Derecho. Todos estaban felices.

En 2010 el mundial llegaba al tercer mundo. Los sudafricanos tenían que demostrar que eran capaces de organizar el evento. En una carrera contrarreloj se construían estadios que luego serían elefantes blancos, al tiempo que se aumentaban las protestas de trabajadores por malas condiciones laborales. Por un momento parecía que el mundial no se iba a realizar, pero al final sí. Igual, África sigue siendo el continente más pobre y hambriento del planeta.

Algo similar pasa cuatro años más tarde. La Patria Grande tiene su mundial, a costa de obreros sepultados bajo el césped de estadios, trabajadores en pie de guerra y protestas por los gastos exorbitantes de dinero para otro mundial. La pelota ya rueda, pero hay un festival de policías y drones en Brasil, vigilancia y control para todos. Que nada se salga de su lugar. Todos peinaditos y sonrientes. Derechitos y humanos.

08 marzo 2014

Sobredosis de tevé

En el noticiero central de la Televisión Nacional de Chile emiten un informe sobre un tal Francisco a quien le extirparon el estómago por error. Sí, por error. Fue a un hospital de Valdivia y los médicos decidieron sacárselo porque creían que el hombre tenía cáncer.

En un restaurante familiar de Pucón, la mesera se ríe de la noticia. La cocinera, asombrada al ver la televisión se pregunta si alguien puede vivir sin estómago. Francisco cuenta su drama en el horario en que la familia chilena cena y dice que él quiere que eso no le pase a nadie más. El dueño del restaurante pregunta qué es lo que le pasó al tal Francisco. La camarera le cuenta: “Le sacaron el estómago por error”. El tipo abre los ojos, como dos huevos duros, y se pone a mirar el desgarrador informe.

Mientras tanto, en ese mismo restaurante una pareja de argentinos come una pizza de camarones que a la mesa llegó fría, como si recién hubiese salido del mar. En la mesa de enfrente, unos jóvenes chilenos se animan y también piden l excéntrica pizza. En unos veinte minutos sabrán que ese mazacote fue una mala decisión para la cena.

Francisco ya es historia para la televisión. Ahora, la noticia es un señor con cirrosis que no puede superar su problema con el alcohol. Su familia está preocupada por el asunto y pide a las autoridades que se hagan cargo de su adicción. Todo eso contado en tono melodramático. La cocinera pide cambiar de canal. 

04 febrero 2014

Otro verano verde

Ahora está ahí. Lo dejan mostrarse un poco más que antes. Si bien algunos no lo ven hace rato, él nunca se fue. Durante su ausencia tuvo varias personalidades suplentes: blue, contado con liqui, tarjeta. Pero todos lo conocen por su apodo de siempre: El Verde. Ahora que aflojó un poco el cepo, las colas de los bancos recuperaron a un viejo protagonista en la charla de espera a ser atendidos: el dólar.

—Nosotros llegamos la semana pasada de Disney. La pasamos muy bien —dice un tipo de treinta y pico a la mujer en la fila de al lado.

—¡Qué bien! Nosotros salimos en un par de semanas —cuenta la señora que ya pasó los cuarenta—. Hace tres meses que sacamos todo. Sólo nos queda comprar las entradas a algunos juegos porque los chicos no sabían a dónde querían ir.

—Mirá, nosotros nos la rebuscamos. Armábamos la vianda y salíamos todo el día por el parque. Porque la gaseosa estaba 4 dólares. ¡Carísima! —exclama tomándose la cara con ambas manos—. Al segundo día fuimos a un supermercado y compramos un pack de 24 gaseosas por 7 dólares. Imaginate, un negocio bárbaro. Y lo pagamos con tarjeta.

—Claro, pero tampoco podemos ir sin plata en efectivo—dice preocupada la señora.

—Y, aprovechá todo lo que puedas a pagar con tarjeta. Ahora que abrieron el cepo quizás sacás algo.

El hombre mira su reloj. Aún tiene a cuatro personas delante de él. Hace veinte minutos que espera su turno y la fila avanza a paso de tortuga. La señora no parece estar preocupada por el tiempo. Está pensando en sus vacaciones.

—¿A vos te dieron dólares para el viaje? —consulta la mujer.

—Poco. Casi que no te alcanza. Pero tarjeteás todo.

—Es que todo esto de la devaluación nos cambió los planes. Se puso más caro.

—No, obvio. Además, ves a la gente saliendo de los negocios con un montón de bolsas y vos no querés ser menos. ¿Pero sabés qué pasa? Si te ponés a convertir, perdiste. No disfrutás nada.

—Eso seguro.

La charla entra en un impasse de un par de minutos. El hombre mira otra vez su reloj. Quedan tres personas delante de él.

—A nosotros lo de la devaluación nos agarró ahora cuando llegamos. Pero bueno, acá siempre pasa algo. Me dedico a vender caños de PVC y desde hace dos días que no tengo precios. Entonces, espero una semana a ver qué pasa. Mientras tanto, sigo unos días más de vacaciones. —le cuenta a la mujer.

La fila avanza y es el turno de la señora. La charla se pierde entre saludos y deseos de buen viaje. Dentro de poco Mickey, Minnie, Donald y compañía la recibirán con los brazos bien abiertos para que ella y su familia gasten sus verdes.

04 enero 2014

¿Ya volvió la presidenta?

El hombre se acerca arrastrando los pies, atropellando las hojas secas de la plaza. El pantalón deportivo negro le hace ruido al caminar. La campera, también deportiva y negra, no hace juego con la ola de calor que los medios anticipan que está por volver.
—¿Sabe si vino hoy el placero?—pregunta el hombre.
—Ni idea. Recién llego y por el momento no lo vi.
El hombre se aplasta el pelo blanco peinado hacia atrás y se acomoda los anteojos de sol.
—Allá encontré una jeringa y algodón —señala la cancha de bochas—. Si lo llega a encontrar un chico, pobrecito de su vida.
Sin tiempo a réplica, el hombre continúa el monólogo.
—Voy a poner un cartel que encontré un manojo de llaves. Seguro que es de algún vecino.
No le respondo. Al hombre parece no importarle el silencio.
—¿Sabe si la presidenta ya volvió?
Niego con la cabeza.
—Ah, sigue en el Sur—apunta el señor—. Bueno, ya vendrá.
El hombre se vuelve a acomodar el pelo, saluda con la cabeza y se aleja con un Clarín bajo su brazo izquierdo. A los pocos metros se detiene, se acerca a un matrimonio que juega con su hija de unos dos años y conversa con ellos durante un par de minutos. El hombre los despide levantando su mano derecha y se va arrastrando los pies.