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25 febrero 2012

A una letra de coincidencia


“Me hice amiga de un diario de Las Horas en Facebook y uno de los comentarios dice que la chica no fue directamente a un hospital. Después que la golpeó se la llevaron a la casa y que por eso se murió. Y todo porque la filmaron en un video porno. Le pasó como a la Silvina Luna, que la filmaron en Mendoza con el novio. No sé se viste el video de ella con las montañas de fondo. Lo pasaron en todos los noticieros y ella tuvo que salir a aclarar lo que había pasado. Ésas cosas no las entiendo: ¡qué necesidad tienen de filmarse! Bueno, La próxima parada es la mía. Lautaro, Paula: vengan que nos bajamos, chicos”. *

* Silvia Luna fue condenada ayer a diez años de prisión por haber asesinado en abril de 2010 a su amiga Carola Bruzzoni en un bar de General Las Heras, donde la atacó de un mazazo en la cabeza porque le había dicho que le iba a arruinar su boda con la difusión de un video pornográfico. En julio de 2011 salió a la luz en Internet un video “hot” protagonizado por Silvina Luna. En el mismo se la observa muy suelta de cuerpo junto a su novio en unos viñedos. La vedette/modelo dijo luego que un hacker se lo robó y lo subió a la red.

08 febrero 2012

Chau, Flaco. Gracias


El primer disco suyo que tuve en mis manos fue el que grabó en el ’97 con Los Socios del Desierto. Me lo prestó una amiga, quien se lo sacó a su hermano mayor. Para ella ese álbum doble era un discazo, con un tema mejor que otro. Para mi no era para tanto. 

Apenas conocía un puñado de canciones del Flaco y su música me parecía un tanto exuberante, si se permite el término. Pero debo reconocer que por un par de semanas canté Jardín de gente en la ducha. Me parecía — aún me parece — una canción preciosa. Junto con Cheques, el corte de difusión de aquel disco, eran lo más interesante. Al cabo de unas semanas le devolví el disco a mi amiga y le dije que estaba muy bueno, como para no desilusionarla.

Pasaron unos cuantos años y el Flaco se despachó con un concierto de más de cinco horas en el que se dio el gusto de subirse al escenario con todos los que había tocado a lo largo de su carrera. "No lo podía  creer ", me contó mi amiga una semana después de ese concierto. "Estuve llorando de emoción todo el recital", dijo sobre esa noche del 4 diciembre de 2009.

Hoy un compañero en el diario me pidió que baje el volumen de la televisión que estaba detrás de él. Las canciones de Spinetta que sonaban en los canales de noticias lo estaban matando. “No me pinches porque me pongo a llorar”, contó con lágrimas en los ojos cuando le pregunté si lo había visto en vivo. "Lo seguía bastante", dijo. "Tenía un primo que laburar con él. Una vez, lo vi tras bambalinas. Me saludó y preguntó cómo andaba. Lo veías ahí y era un tipo sencillísimo", comentó mientras su anécdota buscaba auxilio en un pañuelo de tela.

Media hora después  mi novia me dijo por teléfono que ella nunca había visto en vivo al Flaco. Cuando le comenté que tampoco había tenido el gusto remató la charla diciendo que “a los grosos siempre hay que ir a verlos. No hay que quedarse con las ganas”.

Cuando me enteré que se había muerto Luis Alberto Spinetta me puse triste. Como si alguien muy cercano hubiese fallecido. No soy fanático del Flaco, pero me gusta su música. Sobre todo el primer disco de Almendra y Artaud, dos joyas del rock nacional. Aquel que no los escuchó de principio de fin debería apagar la tele un rato y hacerlo.

03 febrero 2012

La noche del conejo

A pesar del calor, la banda sigue tocando. El arte de la improvisación se apersona de la mano de dos bajos, tres guitarras, una trompeta, un sampler y un director de orquesta que les dice con qué intensidad tocar. La música suena un tanto inconexa, uno de los guitarristas, con antiparras incluidas, rasga su instrumento mientras hace muecas al público.

Todos los músicos visten de verano; la única mujer sobre el escenario, en ropa interior y el resto en cueros. Tienen calor, pero simulan ser un conjunto tocando en el fondo del mar. Debajo del escenario, las bebidas espirituosas desfilan por la noche veraniega. Para no ser menos, en la terraza, las risas y las anécdotas de una veintena de personas copan el aire libre.

En el baño del primer piso de la casona de Colegiales se gesta lo que será la segunda presentación musical de la noche. En el toilette, una dama de rastas anuncia que iba a cantar como invitada y recomienda a los presentes que no se lo pierdan.

Comenzó el show y el hip hop se adueña del ambiente. La tribu del oeste agita ante el improvisado escenario. Un flaco de pelo largo, se suelta la colita del pelo, se quita la camisa hawaiana y se mueve al ritmo de la música.

Afuera de la casona un grupo de agentes del orden municipal quieren suspender el festejo. Una chica hace parar la música justo cuando la dama de rastas subía a cantar como invitada. Le solicita al público que deje de saltar y que se siente porque no está permitido bailar.

El publico la abuchea y canta a capella. Golpean la puerta de entrada al lugar. Los de la municipalidad vuelven a pedir explicaciones y exigen que se suspenda el show. A una parejita le importa poco y nada lo que los organizadores y la municipalidad quieran. Abren la puerta, prometen volver cuando más tarde y, entre risas, salen por Matienzo en dirección a Cabildo. Aseguran que la pasaron muy bien y que repetirán la visita a la casona de Colegiales.