Pages

14 diciembre 2012

El canciller que viaja en tren

Dos empleados de seguridad privada viajan en tren hacia Retiro. Uno de ellos es muy gordo. Su panza quiere escaparse de su percudida camisa blanca y su culo no entra en el asiento. El calor lo agobia, como a todos los pasajeros del vagón. Se quita una gorra negra desteñida que no le entra en la cabeza, se pasa un pañuelo mugriento por la frente y retoma su monólogo.

— Al paraguayo con la obra no hay con que darle. Es una máquina. Vos lo ponés a hacer un pozo de tres o cuatro metros y en menos de una hora ya está listo. Pero no es laburador como el boliviano. Esos sí que laburan mucho.

Su compañero no le dice nada. Mira por la ventanilla del tren como un avión se prepara para despegar de Aeroparque.

—Los que son unos garcas son los peruanos. Son unos ladrones. — continúa el gordo —. Ahora están viniendo muchos colombianos. Pero esos te roban. Son unos rateros.

El tren se detiene en la estación Saldías. Una mujer se baja junto a cinco chicos. Todos los pibes visten guardapolvo y cargan la mochila a sus espaldas.

— ¿Cuántos hijos tiene? —se pregunta el gordo— Tomó los subsidios por hijo y chau. Se lo da Cristina. Total, lo paga el Estado y a joderse.

Su compañero no le contesta. Por la ventanilla mira las casillas dela Villa31 pegadas a las vías del tren.

— Estos no tenían micro escolar, le cortaron la calle y a las dos horas ya los tenían. — cuenta el gordo sobre una protesta que hicieron vecinos del asentamiento nueve meses atrás —. Los tienen agarrados a todos: a Macri y a Cristina.

El vagón arranca. El compañero del gordo se queda mirando por la ventanilla a la mujer y a los chicos, quienes en un rato van a pisar el suelo de barro y basura para llegar a su casa.

23 noviembre 2012

La calma chicha


El agua cae en cámara lenta. La yerba se hincha y M. me pasa el mate. La temperatura del agua es la justa. Sin embargo, hace calor para tomar mate. Los 35 grados que entran por el ventanal abierto de par en par lo certifican. Pero para M. la costumbre de los amargos a media tarde no se negocia.

El agua vuelve a caer en cámara lenta. La yerba se hincha hasta el mismo punto de la cebada anterior. M. parece sonreír ante su precisión quirúrgica. Pero es un espejismo porque es difícil darse cuenta cuando M. está contento o amargado. La euforia parece no estar dentro de su ADN.

El agua del termo se acabó. M. pone de pie su desgarbada figura de casi dos metros y encara hacia la cocina arrastrando sus ojotas número 45. Carga la pava con agua de la canilla. Saca un fósforo de la caja y enciende la hornalla. Acomoda la pava sobre el fuego de manera tal que el fuego abraza a la pava de forma simétrica. Agita el fósforo y lo apaga. Abre la canilla y empapa el fósforo apagado. Levanta la tapa del tacho y arroja el fósforo. Me pregunta si deseo algo de comer. Le respondo que sí. Dice que sólo le quedan galletitas de agua.

Foto: Juanpol

14 noviembre 2012

Galán de canas

— Contale a ella cuántos años tengo. Pero haceme quedar bien, eh. No me des más años de los que tengo — le dijo el padre a su hija.

El hombre interrumpió la conversación con la joven para hacerse el galán. Ambos se conocen del barrio: ella dicta clases de yoga en un centro cultural, donde él es profesor de música.

Las canas prácticamente le ganaron la pulseada a su cabellera morocha. Su barba también se contagió de blanco. Sus amigos le dicen que a las mujeres le gustan los hombres entrecanos. Sin embargo, para él la voz de la experiencia no es suficiente para atraer a una mujer una década más joven que él. Por eso cada vez que tiene la oportunidad se hace el simpático.

— Tiene 43 años. — respondió la nena.

Su padre y la profe de yoga se rieron juntos.

— ¿Viste cuánto me quiere? — dijo orgulloso, sonriente y galante el hombre mientras la nena se acomoda la mochila sin prestarle mayor atención a la escena.

08 octubre 2012

Tu amigo, el colectivero


El chofer venía rápido. Quizás un poco más ligero de lo debido. Pero a esa altura de la noche, para quienes viajamos de regreso del trabajo, un conductor con ese ímpetu es una bendición. Siempre y cuando te frene en la parada.

Con la lengua afuera, el pasajero se acomodó la campera, apoyó la tarjeta SUBE sobre el lector y se quedó mirando al chofer. Con la mirada puesta sobre el asfalto de la Avenida del Libertador, el conductor no hizo acuse de recibo. La cara del pasajero se transformó. Una vena de su frente se hinchó y todos los que veníamos escuchando música no hicimos más que quitarnos los auriculares de nuestros oídos.

— A mi el sueldo me lo paga Cristina, no vos. — le espetó el conductor del 130 al pasajero — Mejor mañana que estés agarrado a la parada porque no te voy a parar.

— Pero pelotudo, ¿Quien te crees que sos? ¿Niki Lauda? — escupió el hombre flaco y desgarbado de unos cuarenta años — Estoy pidiendo servicio.

— Andá a quejarte a la empresa. Mira si me voy a fijar en vos, pelotudo. Te bajás del taxi y me hacés señas para que pare. ¿Qué te pensás que tengo un Fiat 600 y puedo frenar en dos metros?

— Qué buena onda que tenés, ¿eh? Esa es la violencia de los colectiveros.

Una venteañera, sentada en el primer asiento del micro cerró su libro, que hacía rato que no leía, agarró su mochila y buscó refugio en los asientos del fondo temiendo que la sangre le salpicara su pantalón blanco. El resto del pasaje no le quitaba la mirada de encima al conductor y su contrincante. No faltó quien haya recordado la pelea de Maravilla frente a Chávez Jr.

— Vení. Vamos abajo. Te estoy invitando. — amenazó el chofer sin soltar el volante y sin siquiera mirar a su contrincante.

— ….

— No ves que te cagas en las patas. — espetó el conductor ante el silencio.

— Pero no podés venir a doscientos con esta batata. ¿A qué velocidad venías?

— Y qué te importa a vos, pelotudo. Si no te gusta, andá a quejarte con la empresa. Ya te dije.

— Qué gauchito que sos vos. — se mofó el pasajero.

— Encima me forreás. Pero sos un pelotudo. Si no nos conocemos, qué te venís a hacer.

— Lo tuyo son los favores. Vos sí que tenés buena predisposición.

— Mi predisposición para vos es darte un vaso de sal en el desierto.

Lo que parecía un insulso viaje más en transporte público se convirtió en un encontronazo a cara de perro entre un conductor con pocas pulgas y un pasajero con ánimo de hacer bromas. A un par de cuadras de Puente Saavedra la discusión se diluyó. Un par de paradas después, el flaco desgarbado se bajó justo frente a un cartel publicitario desgajado con la cara de un sonriente Ravi Shankar respirando con felicidad.

02 octubre 2012

Los números horribles

— Este es el “Quini tradicional”. La tarjeta sale $ 4,50 y sólo jugás este sorteo. — explica Juan con la precisión de un experto en el escolazo. — Pero seguro que no se lo llevó nadie.
— ¿Cómo sabés que no se lo ganó nadie? — pregunta Agustín.
— Porque los números que salieron son feos.

El locutor de la Lotería de Santa Fe confirma los números del sorteo tradicional del Quini 6: 04 - 12 - 18 - 20 - 38 – 40. Luego, anuncia que el premio de $ 3 millones quedó vacante.

— ¡Viste! Te dije que esos números son horribles. No puede ganar nadie. — se queja Juan. — Ya se viene la “Segunda”.

El locutor canta el 30.

— ¡Salió el 30! Lo tengo. — se entusiasma Juan creyendo que la suerte golpea a su puerta.

El locutor sigue cantando el sorteo de la “Segunda”: 03 – 17 - 25 – 44 y 00.

— ¡Qué números horribles! — repite Juan haciéndose mala sangre. — Otra vez queda vacante, acordate. Esos números van para atrás.

Agustín no dice nada y espera por los resultados. La predicción de Juan no tarde en materializarse. La locutora anuncia que en este sorteo tampoco hay ganadores.

— Esta es la mía, ahora viene la “Revancha”.

El locutor canta con seguridad: 33.

— ¡No! ¡No! El Cristo, no. — dice Juan cual ateo pregonando el fin del cristianismo.

La seguidilla de números continúa con el 02, el 05, el 26, el 28 y otra vez el doble 0.

— Dejate de joder. ¿Quién le juega al 00? — protesta Juan incrédulo mirándolo a Agustín. — Ese número es horrible.

El locutor tarda más de lo esperado en anunciar los resultados de la Revancha. Crece la expectativa. Grita que hay ganadores. Es un sólo apostador que se lleva más de $ 2 millones. Se viene la última esperanza para Juan: el “Sale o sale”. El locutor toma aire y comienza a cantar los números del último sorteo de la noche: 05 - 40 - 15 – 45.

— El 45. ¡Yo! — grita Juan y golpea la mesa.

Faltan dos números por salir. Ninguno de ellos están en su boleta. Así, el 20 y el 18 cierran la noche. El locutor anuncia que en el “Sale o sale” cinco personas resultaron ganadoras y se llevaron poco más de $ 16 mil.

— Pero mirá con qué números de mierda ganaron. — Juan se indigna. — La próxima semana es la mía. El pozo va a ser de $ 26 millones.

19 septiembre 2012

Otra vez sin Internet, otra vez sopa

— Es un problema de la señal de afuera. — sentencia categóricamente Raimundo, el técnico que debe revisar por qué la conexión a Internet es tan mala.— La caja del teléfono y el módem están perfectos. No es de acá la cosa.

Raimundo mide 1,90 metros y al subir por la empinada escalera casi se rompe la cabeza contra el techo. Su andar es desganado y su cara estilo Droopy le hace honor. No hace frío para bufanda, pero Raimundo viste una color azul Francia que intenta combinar con un pantalón de vestir negro, camisa al tono y una campera verde petróleo de gabardina.

En búsqueda de la solución al problema de conexión, el hombre que, ya pasó los cuarenta, saca de su mochila negra un módem igual al que tengo desde hace 20 días. Lo prueba y el resultado es el mismo: señal débil, por no decir casi nula. Raimundo resopla, como si el desperfecto en la conexión no fuese ninguna novedad. Levanta el tubo del teléfono, marca una serie de códigos y chequea la información que recibe del otro lado con datos que aparecen en su BlackBerry. Las noticias no son buenas.

— Es un problema de la señal de afuera. — insiste — Los decibeles están por debajo de los que debería tener. Lo ideal es 10 y acá me marca que tenés 8.

Nuevamente levanta el tubo del teléfono. Esta vez, para comunicarse con la compañía proveedora del (deficiente) servicio. Ni hola, ni cómo estás, ni qué tal la familia. Directo a los papeles.

— Te paso el código. Esperá que me perdí. — dice con su tono de voz monocorde, mientras con su mano izquierda se rasca su cabeza entrada en canas.

Raimundo le canta al operador una serie de números y letras y anota lo que le responden.

— Bueno, inicié el reclamo para que te lo arreglen. En 48 o 72 horas debería estar resuelto. Vos llamalos y preguntales por el reclamo. Si te dan vueltas mandalos a la punta del obelisco: que no se hagan los cocoritos. Mostrale los dientes. Yo no soy un tipo violento, — aclara — pero estos tipos me ponen loco.

Con la satisfacción del deber cumplido Raimundo se despide deseándome un buen día y al estrecharme la derecha me deja un consejo:

— Metete en YouTube y poné call center de Arnet. Te morís de risa con las grabaciones.

11 septiembre 2012

Susana para todos

Susana no se llama Susana, sino Susanne. Llegó a la Argentina desde Alemania en la década del ‘80 y antes de afincarse en Colón vivió en Villaguay. Entre Ríos se convirtió su lugar en el mundo porque su padre tenía un tambo en la provincia y si bien le gusta vivir en el Litoral, algunas veces piensa que el pueblo está un poco quedado. Sobre todo en materia de información.

A Susana no le agradan los diarios de la zona porque tienen muchas noticias locales y eso la aburre. Por eso es que cada vez que puede, compra algún matutino de Buenos Aires y lo lee de punta a punta.

A Susana no le gusta madrugar, por eso es que sus clientes tienen que avisarle que es la hora del desayuno. Dice que cuando le vaya mejor y tenga muchos turistas va a contratar una persona para que atienda la hostería. Por ahora se las arregla con sus dos hijas. La más grande es una preadolescente con más ganas de vivir en Buenos Aires que tender camas. La más chica todavía es pequeña para algunas tareas, pero con apenas cinco años le avisa a Susana si algún huésped hizo algo fuera de las normas del reglamento del hospedaje.

A Susana se deleita con el Gancia y no desaprovecha la oportunidad para compartir un trago con amigas. De paso, se pone al corriente de las últimas novedades del pueblo y de los pueblos vecinos.

Susana estudió para ser contadora, pero estar ocho horas sentada ayudando en un estudio no era lo suyo. Dice que tiene hormigas en el culo y que por eso necesita un trabajo con más movimiento.

Para Susana, los opuestos se atraen. Algunos son alondras y que otros son búhos suele decirle a sus húespedes. Ella cuenta que es búho. Por eso cuando tenía que ir a negociar a los campos su horario preferido eran las 23. A esa hora muchos creían que Susana no tenía luces para hablar de números. Pero ella les demostraba que no se le escapaba ningún detalle.

07 septiembre 2012

Por la 14

Claudia y Beatriz regresan de El Palmar de Entre Ríos a bordo de una 4 x 4. Viajan por la ruta 14 hacia Colón. Claudia es la guía y Beatriz es la turista contenta  por haber conocido el Parque Nacional. Para evitar el silencio de un viaje compartido, conversan sobre la situación en la zona.

—Usted sabe, no siempre los gobiernos hacen las cosas bien —apunta Claudia al volante.
—Pero ustedes están bien —replica Beatriz, a la derecha de la conductora.
—Digamos que sí.
—¿Hay desocupación en la zona?
—Por suerte hay trabajo. Si bien hay varias cosas, la mayoría vivimos del turismo.
—Me parece que en los treinta últimos años creció mucho gracias a la autopista —afirma Beatriz con su mirada de antropóloga.
—Nos ayudó mucho porque los viajes se hacen más rápido. —responde Claudia, mientras por el espejo retrovisor espía cómo un camión cargado de pollos sobrepasa a la camioneta.
—Se ve la presencia del gobierno nacional en las obras. Como la de la ruta 14.
—Pero la obra de la autovía estaba planeada desde antes que llegaran ellos.
—¿Ah, sí? Pero es algo nuevo. Se hizo ahora. Con este gobierno nacional.
—Pero estaba pensado de antes —repite la conductora y cambia de tema—. El que está haciendo una buena gestión es el Gobernador, a pesar que es su segundo mandato. Y usted sabe, las segundas partes nunca fueron buenas. Por eso suena como uno de los candidatos para suceder a la Presidenta.

El cielo está a punto de venirse abajo. La lluvia es inminente. Un perro callejero le ladra a la camioneta al entrar a la ciudad.

—Este es el frigorífico que le contaba antes —señala Claudia hacia su izquierda— Era sueco y cerró hace dos años. Pero hace unos meses reabrió gracias a empresarios de la región.
—¿Y acá estuvo la Presidenta? —pregunta Beatriz.
—Salió por videoconferencia como le gusta hacer a ella. El que estuvo fue el Gobernador. Dicen que suena como candidato, si es que ella no va por la re reelección —la conductora mira a su copiloto— El Gobernador y la Presidenta tienen muy buena relación.

26 agosto 2012

Contrastes


En un rincón de Buenos Aires, lo que parece una escena más del paisaje urbano esconde el cruce de cuatro historias.

21 agosto 2012

Del otro lado del escritorio


— Si quieren subir no van a poder: está cerrado. — dice la mujer abrigada con un camperón negro detrás del escritorio y en pocos segundos derrumba nuestra intención de espiar la Plaza San Martín desde el mirador de la Torre de los ingleses.

Podría llamarse Gladis o Flora, como aquel personaje de Antonio Gasalla que desde la recepción de un edificio público atendía de mala gana a quien se cruzara por su camino. Esta señora no está sola. Un encargado de seguridad la acompaña. Al parecer su pasatiempo favorito son los crucigramas y se rasca la cabeza pensando esa palabra que le falta para completar otra revista.

— ¿Por qué no se puede subir? — pregunto viendo la puerta abierta del asecensor.
— No están dadas las condiciones de seguridad. Desde el 2006 que no funciona porque descubrieron que no hay escalera de emergencia. Sólo está esa escalerita marinera que ven ahí y se imaginarán que por ahí nadie puede escapar.
— ¿Y está pensado hacer algo para que se pueda acceder?
— No creo.
— Qué lástima.

En el interior de la torre de Retiro hoy funciona el Centro de Informes de Museos del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Pero sin poder subir hasta la cima, la torre pierde su gracia.

La señora detrás del escritorio está molesta con su trabajo y se nota a la legua.

— Nosotros hacemos nuestro trabajo lo mejor posible. — apunta la empleada porteña. — Si viene Macri te mira de arriba, pero a nosotros no nos reconocen.

Nos quedamos escuchando su descargo.

— Los negocios personales si los hacen bien. Pero no nosotros no podemos tener ni una concesión. — se sigue quejando la mujer. — Este país algún día va a cambiar: cuando la gente vote bien.

Nos despedimos agradeciendo la información brindada y le deseamos suerte. Detrás nuestro llega una pareja de brasileros también con la intención de visitar la torre. Allí, espera la empleada quien les dará la mala noticia.

15 agosto 2012

La cinta, Gonzalito

— ¡Yo tenía $ 50! Te muestro el vuelto que me diste. No me robé nada. — gritó exaltada una señora al ser frenada cuando se iba del supermercado chino de su barrio.
— Usted no pagó té. — inquirió uno de los dueños del establecimiento sin que se le mueva un pelo.
— Sí que lo pagué. Pagué todo. Vos  me acusás porque fui a dejar la canasta acá — apuntó la injuriada señalando la pila de canastitos de plástico arrumbados al lado de una decena cajones repletos de envases de cervezas vacíos.
— Le paso video. — apuró en decir el chino con la tranquilidad de saber que no se equivocaba en su veredicto.

El volumen de la discusión subió y pronto los que estábamos en la cola para pagar apuntamos las miradas y paramos las orejas hacia el altercado entre dueño y clienta. La otra mandamás del negocio le pidió disculpas a una señora que sólo llevaba un paquete de tapas de empanadas y salió disparada hacia la puerta para ver bien qué pasaba.

Inquirió a su compañero en chino y la permanente rubia de la acusada de llevarse un té estalló de furia: “Hablen en mi idioma”, retrucó resaltando el mí. No le llevaron el apunte y siguieron discutiendo entre ellos.

— ¡No hablen en chino! — gritó esta vez para que la fiambrera del fondo también la escuche. — Hablen en mi idioma.
— Usted llevó té sin pagar — volvió a la carga el chino.
— A ver qué hay en video — ordenó la china con ánimos de apaciguar las aguas.
— Ahí se ve cómo te lo pago y voy a dejar la canasta acá — se volvió a defender la señora agarrándose los lentes con su mano derecha.

Tras observar la filmación de las cámaras de seguridad, los chinos volvieron a debatir la situación en su idioma. Ella parecía retrucarle algo a él y él se defendía señalándole el monitor con la grabación. Tras un par de minutos de discusión llegó el veredicto final.

— Perdoname. Está todo bien, amiga. — dijo la china poniendo su mejor cara.
— Ok. Te disculpo, pero hay que tener un poco más de confianza en los demás. — le contestó la mujer y se fue indignada.

La china volvió a su puesto. Le cobró $ 7 a la señora por las tapas de empanadas y mientas le agarraba el billete de 10 seguía retando al chino.

30 julio 2012

Peluca


Llegué diez minutos más tarde de lo pautado. Un tipo de unos cincuenta años, canoso y medio pelado se levanta del sillón para darle lugar a un cuarentón que desde hace un par de años ya peina sus primeras canas con raya al costado.

 — No. Esperá. — lo frena Tony, aún con unas tijeras en su mano derecha — Este es el pibe que te dije que ya tenía turno.

El cuarentón que no se había sacado la campera, recula y me hace  un gesto para que me siente. El viejo pelado le estrecha la derecha a Tony, le agradece por los servicios prestados y se despide hasta la próxima. Ahora, el peluquero quita los pocos pelos blancos que había sobre el sillón, también me invita a tomar asiento y pregunta cómo vamos a cortar el pelo.

 — Como siempre — respondí — Andá cortando y lo vamos viendo.

El cuarentón está parado a mi derecha, yendo y viniendo, hamacándose como si se estuviera haciendo pis. Es un tic. Su barriga más que prominente va y viene, balanceándose sobre la tela de una araña.

— Está todo arreglado. Mirá sino los últimos campeones. — esclarece retomando la conversación con Tony — El año que viene nos toca a nosotros, porque ganamos cada seis años — añade con precisión matemática al recordar los campeonatos de San Lorenzo de 1995, 2001 y 2007.
— Si siguen así no lo creo. — chicanea Tony — Díganle a Tinelli que ponga la plata.
— Ese no pone más plata. Ya aprendió — sentencia el sanlorencista — El fútbol está lleno de historias de arreglos de partidos. — acota y se explaya — En el ’88 me acuerdo que River se dejó ganar contra Platense para que el Calamar no se vaya al descenso. Y después se lo cobraron porque en el ’95 Platense se dejó ganar contra las Gallinas para que River saliera campeón.
— Sí, de eso me acuerdo. Los de Platense siempre llegaban al final del torneo peleando el descenso. — agrega el estilista riverplatense.
— Los que hablan que antes el fútbol era otra cosa se equivocan — vuelve a la carga el cuarentón — Ahora, al Barcelona le sacan plata porque Messi no juega un partido. Pero a mi me han contado que en la época de Bernabé Ferreyra en River ya se hacia eso. Si él jugaba la entrada  salía 5 pesos y si no jugaba costaba 3 pesos. Por eso es que Bernabé lo  llevaban en avioneta, para que estuviera siempre.

12 julio 2012

Ultimando detalles para el cacerolazo

Dos señoras, muy aseñoradas vuelven de una reunión de chicas. Es miércoles por la noche y el frío invernal no es impedimento para que ellas se tomen el 93 en el regreso. Los primeros comentarios del viaje son sobre una dama ausente. Pero rápidamente cambian de tema y se ponen al día con la realidad de su país. Esa que a veces les muestra la cálida y catódica pantalla de televisión.

    ¿Cuándo es el próximo cacerolazo?
    ¿Va a haber otro cacerolazo? No sabía nada.
    ¿Cómo que no? ¿En qué país vivís, querida? Creo que es mañana (por hoy) a las 18.
    Bien, nos podemos juntar en Santa Fe y Callao, ¿no?
    Sí. Dicen que esta vez vamos a marchar a la Plaza.
    Me parece bien, ya estamos cansados de la inseguridad y de todo lo demás.
    Hablamos mañana, entonces. Me tengo que bajar acá.

La señora se paró, se acomodó el tapado de piel, se puso un par de guates blancos, saludó a su amiga con un beso en la mejilla y tocó el timbre. Descendió de la unidad en la avenida Las Heras, una parada antes del parque. La amiga se bajó en la siguiente.

26 junio 2012

¡Ring! ¡Ring! ¡Ring!

Suena el timbre con ganas. Una vez, dos veces y tres veces. Son las 9:30 de la mañana en punto. Del otro lado del portero eléctrico un señor jubilado.

— ¿Quién es?
— Hola, ¿es la casa del peluquero?
— No. Es el otro timbre.
— Ah, bueno.

Suena el otro timbre. Nuevamente suena con ganas. El impaciente cliente esta vez pega un solo timbrazo.

— ¿El peluquero no atiende hoy?
— …
— Son las 9:30. El cartel dice que atiende desde las 9:30. ¿Dónde está? Qué se compre un reloj nuevo. ¿Lo espero acá?

Imagen: Septta

09 junio 2012

Para mi amigo Moreno

“Lo que pasa que ahora las cosas están más caras. Allá en Roma tenemos la costumbre de invitar la cena. Es decir, si te invito, tú no pones dinero porque es mi casa. Pero aquí los precios subieron mucho en el último tiempo. A mi se me está haciendo un poco difícil. Me alcanza, pero me parece que a la gente de aquí no”.

De una italiana a una colombiana en un 93 perdido en la noche de Buenos Aires.

30 abril 2012

Pisco, ideales y amor a la Patria en el mismo cóctel

Cuatro señoras muy aseñoradas y doradas por el sol regresan de cenar. Se acomodan alrededor de una mesa de vidrio en un hostal de Cerro Azul. Cada una pide un trago para amenizar la velada. La voz cantante del grupo abre el juego de la charla y dispara que “los jóvenes ya no tienen ideales”. Armada de un pisco sour en su mano derecha la mujer de unos sesenta y tantos y pelo furiosamente negro agrega que “van derecho a la corrupción”.

El resto de las compañeras de ocasión asienten con la cabeza al tiempo que también degustan el cóctel por antonomasia del país. Tras su primera intervención se envalentona y la mujer lanza lo que para ella es el problema: la falta de amor por la bandera. “En la instrucción pre militar les enseñaban a querer a su país. Ya no enseñan instrucción cívica”, acota tras un nuevo generoso sorbo a su trago espirituoso.

Sin embargo, la señora reconoce que los tiempos cambian y que “ahora es otro lenguaje”. Ante el distinguido público que sigue de cerca su relato cuenta que un sobrino suyo la aceptó en Facebook. Pero para su sorpresa el “chico serio” de 14 años no utiliza las palabras justas para la personalidad que su tía creía que tenía.

“Las cosas que se dicen ahí me chocan”, agrega la mujer en referencia al trato del joven novel con sus pares dentro de la red social. Para ella hay una solución: “acercarse y entender de qué se trata”. Sus tres compañeras de velada vuelven a asentir con la cabeza sus sabias palabras. “Eso haría si fuese la madre”, dice dándole el último trago a su pisco sour.

23 abril 2012

Consejos de un viejo lobo de mar


Son las ocho de la noche en Cerro Azul, un pequeño pueblo pesquero a unos 130 kilómetros de Lima. Tenemos hambre y sólo hay un restaurante abierto: “La anchoveta azul”. En el restaurante hay una única mesa ocupada —además de la nuestra—. Dos mujeres y un hombre conversan animadamente con una botella una botella ¾ de Cusqueña de por medio.

No hay mucho para elegir en el menú porque es lunes y no hay cocinero. Sin embargo, Efraín, el dueño del lugar, se ofrece para prepararnos unas anchovetas fritas con papas fritas. Aprobamos la sugerencia y se derrumba de un plumazo la idea de una cena liviana.

Cerro Azul es una localidad cuyo mejor momento fueron los años sesenta. Durante esa época, como la gran mayoría de los pobladores, Efraín se ganó la vida como pescador. A sus 71 años regentea un local pegado al muelle y se define como el promotor de la anchoveta. Gracias a Efraín nos enteramos de que este pez cuenta con la cantidad de Omega 3 diaria necesaria para una dieta saludable.

—Comiendo tres filetes por día uno se mantiene sano. A los niños deberían darles filetes de anchoveta y vayan a ver ustedes lo sanos que crecen.

Según Efraín, Perú desaprovechó la oportunidad de imponer este pez como el principal motor económico del país. El gran salto podría haber sido en la década del ochenta. De esos años, Efraín no guarda recuerdos positivos de Alan García, el presidente a quien le achaca no haber difundido la anchoveta: “Nunca debe haber probado una porque estaba gordo como un cerdo”.

20 abril 2012

Última estación: Esperanza (no cerramos los ojos)

En la misma estación hay dos entradas. En una de ellas los pasajeros conforman una auténtica torre de Babel. En la otra están los otros, quienes en realidad son los propios pero ajenos en su territorio. Así está estipulado: cada grupo en su andén y sin chistar.

Todos los pasajeros que abordan el tren en Aguas Calientes están molidos de cansancio. Los de Babel por estar horas recorriendo la ciudadela de Machu Picchu. Los propios pero ajenos por trabajar a sol y lluvia.

En la formación de los mil idiomas un grupo de animados rusos se ríen y muestran sus fotos con el imponente Wayna Picchu de fondo. Uno de ellos pide un whisky en vez de vodka y un servicial mozo se lo alcanza hasta su cómodo asiento. En cambio, en el tren de los propios pero ajenos casi no charlan porque el dolor de sus huesos no los deja hablar.

17 abril 2012

La danza de los presidentes


“Ahora la cosa esta mejor”, me cuenta Fernando, mientras nos alejamos de Cusco rumbo a Pisac. “Digamos que en el Perú hay trabajo, pero no te imaginás lo que era en la época de Alan García”, agrega este apasionado por la historia de los incas y del pueblo quechua. Según él, durante el primer gobierno del mandatario — del ’85 al ’90 —, el país llegó a tener hasta un 1.000% de inflación: “era una locura”, enfatiza Fernando tomándose la cabeza.

Siendo licenciado en turismo comenzó a trabajar en el rubro en el 2000. Si bien durante muchos años lo suyo era exclusivamente guiar turistas por el Camino del Inca, con el paso del tiempo su rodilla derecha le pasó factura y debió abandonar esa práctica. Por esos años, Alberto Fujimori ya era cuestionado por la opinión pública y empezaba a despedirse como presidente de Perú en medio de un escándalo tras otro.

El recuerdo de esa época no es la mejor para Fernando porque “su gobierno fue muy corrupto”. Por eso destaca como un gran avance para la Justicia que Fujimori sea juzgado por casos de corrupción y por su actuación contra Sendero Luminoso. “El tipo era un verdadero sanguinario: quien estuviese sospechado de terrorista era aniquilado”, señala respecto a las maniobras del otrora presidente peruano frente a la organización de Abimael Guzmán.

Actualmente Fernando prefiere recorrer el Valle Sagrado a bordo de una camioneta contándoles a los visitantes la historia de cada ciudad asentada en los alrededores de Cusco. Faltan pocos kilómetros de llegar a Pisac y le consulto a Fernando sobre el actual presidente, Humala. Para él, Ollanta aún tiene crédito a su favor porque asumió “recién el año pasado”. Sin embargo, advierte que “no la tiene fácil”. “En las elecciones había que elegir entre él y Keiko”, grafica Fernando sobre la segunda vuelta en la que el ex militar venció a la hija de Fujimori obteniendo el 51,4% de los votos.

En los días previos al balotaje asegura que para muchos era “como elegir entre el Cáncer o el Sida”. Le pregunto por quién votó él y, con una cintura que cualquier canciller del mundo envidiaría, sólo atinó a contestar que “todavía ninguna de las enfermedades tiene cura”. Para Fernando los peruanos aún “le achacan a Ollanta que sea amigo de Chávez” y cuenta que el actual mandatario peruano decidió cambiar su imagen para las pasadas elecciones eligiendo “poner a Lula como su espejo”.

En los matutinos peruanos la primera dama, Nadine Heredia, es noticia por anticipar vía Twitter anuncios que su marido aún no había comunicado a la población. Le pregunto a Fernando sobre el tema y me dice que “ella es la que lleva los pantalones en el Gobierno”. Además, asegura Nadine “será candidata presidencial en 2016”.

Vía Ciudad Pintada

12 abril 2012

El mismo vuelo


Todos los aeropuertos del mundo son iguales, pero distintos. Y el de Lima no es la excepción. Una publicidad con una imagen de Miraflores promociona al Jorge Chávez como la mejor terminal aérea de Sudamérica. Una encuesta realizada a pasajeros de todo el mundo a través de Internet eligió en 2010 y 2011 al aeropuerto de la capital de Perú como el más cómodo de la región.

Allí está el artesano que llega desde Arequipa llevando una caja con sus trabajos. Pregunta a qué hora sale el vuelo a Cusco y uno de los trabajadores de la aerolínea le responde que no podrá ir en el avión con esa bulto”. El hombre dice que son frágiles y que por eso no puede despacharlo a la bodega. En el asiento de enfrente, una señora de unos 50 años de edad también aguarda su viaje hacia la ciudad emblema de los incas. Visitará a una hermana que desde hace una semana se encuentra gravemente enferma.

La aerolínea anuncia que en menos de una hora los pasajeros a Cusco abordarán su vuelo por la puerta 13. Mientras, un hombre mira por enésima voz la foto de su nieta recién nacida. Acaba de llegar desde Madrid, donde estuvo viviendo cinco años. Pero la crisis ibérica golpea fuerte, principalmente a los que no son de allí. Sin trabajo, regresa a su país a la espera de un futuro mejor. Le han dicho que la cosa mejoró en los últimos tiempos, sin embargo, para él las cosas en Perú nunca van a mejorar.

Los aeropuertos son todos iguales: controles de migración; tarjetas de embarques; entrega de equipajes; más controles y diferentes razones para viajar.

06 marzo 2012

Breve crónica de una lluvia anunciada


De repente se hizo de noche y enseguida se cayó el cielo. Agua por todos lados, por arriba, por los costados e incluso desde abajo (los charcos no tardaron en formarse). El techo de un puesto de diarios cerrado sirvió de refugio para aquel desprevenido que no tuviese un paraguas en su poder.

Un motoquero subió a la vereda y estacionó su vehículo, se quitó el casco y revisó si lo que llevaba en el morral se había mojado. “Se largó”, dijo cerciorándose que la encomienda estaba a salvo. “Sí, llueve bastante fuerte”, acoté cual meteorólogo de turno en vivo por televisión. A los dos minutos se sumó un señor de unos 60 años que con, paraguas en mano, se guareció a esperar que el semáforo de Echeverría cambiara a rojo para cruzar.

“Ya nos parecemos a Río de Janeiro, llueve cada dos por tres”, dijo el hombre, sumándose a la teoría de que Buenos Aires está más tropical que nunca. “Sólo faltan la playa y las garotas”, apunté en busca de un gesto de complicidad por parte de los acompañantes del refugio. “Las garotas, la playa y el buen humor de la gente”, agregó el sexagenario antes de despedirse y desearnos suerte a los dos que nos quedamos bajo el amable techo.

Desde Vuelta de Obligado se escuchó como una mujer se quejaba de la lluvia. Volvía de buscar a su hija de la escuela. Ambas se acomodaron debajo del peusto de diarios y la mujer espetó: “la puta madre me mojé toda”. La niña, de unos 8 años, se le quedó mirando. “Encima no dejan salir a los chicos y los padres tenemos que empaparnos todo”, agregó la madre. La lluvia no afloja y el agua ya llegó al cordón de la vereda. “Dale, vamos que hay vino tu padre con el auto”, apuró a la nena la mujer empapada.

25 febrero 2012

A una letra de coincidencia


“Me hice amiga de un diario de Las Horas en Facebook y uno de los comentarios dice que la chica no fue directamente a un hospital. Después que la golpeó se la llevaron a la casa y que por eso se murió. Y todo porque la filmaron en un video porno. Le pasó como a la Silvina Luna, que la filmaron en Mendoza con el novio. No sé se viste el video de ella con las montañas de fondo. Lo pasaron en todos los noticieros y ella tuvo que salir a aclarar lo que había pasado. Ésas cosas no las entiendo: ¡qué necesidad tienen de filmarse! Bueno, La próxima parada es la mía. Lautaro, Paula: vengan que nos bajamos, chicos”. *

* Silvia Luna fue condenada ayer a diez años de prisión por haber asesinado en abril de 2010 a su amiga Carola Bruzzoni en un bar de General Las Heras, donde la atacó de un mazazo en la cabeza porque le había dicho que le iba a arruinar su boda con la difusión de un video pornográfico. En julio de 2011 salió a la luz en Internet un video “hot” protagonizado por Silvina Luna. En el mismo se la observa muy suelta de cuerpo junto a su novio en unos viñedos. La vedette/modelo dijo luego que un hacker se lo robó y lo subió a la red.

08 febrero 2012

Chau, Flaco. Gracias


El primer disco suyo que tuve en mis manos fue el que grabó en el ’97 con Los Socios del Desierto. Me lo prestó una amiga, quien se lo sacó a su hermano mayor. Para ella ese álbum doble era un discazo, con un tema mejor que otro. Para mi no era para tanto. 

Apenas conocía un puñado de canciones del Flaco y su música me parecía un tanto exuberante, si se permite el término. Pero debo reconocer que por un par de semanas canté Jardín de gente en la ducha. Me parecía — aún me parece — una canción preciosa. Junto con Cheques, el corte de difusión de aquel disco, eran lo más interesante. Al cabo de unas semanas le devolví el disco a mi amiga y le dije que estaba muy bueno, como para no desilusionarla.

Pasaron unos cuantos años y el Flaco se despachó con un concierto de más de cinco horas en el que se dio el gusto de subirse al escenario con todos los que había tocado a lo largo de su carrera. "No lo podía  creer ", me contó mi amiga una semana después de ese concierto. "Estuve llorando de emoción todo el recital", dijo sobre esa noche del 4 diciembre de 2009.

Hoy un compañero en el diario me pidió que baje el volumen de la televisión que estaba detrás de él. Las canciones de Spinetta que sonaban en los canales de noticias lo estaban matando. “No me pinches porque me pongo a llorar”, contó con lágrimas en los ojos cuando le pregunté si lo había visto en vivo. "Lo seguía bastante", dijo. "Tenía un primo que laburar con él. Una vez, lo vi tras bambalinas. Me saludó y preguntó cómo andaba. Lo veías ahí y era un tipo sencillísimo", comentó mientras su anécdota buscaba auxilio en un pañuelo de tela.

Media hora después  mi novia me dijo por teléfono que ella nunca había visto en vivo al Flaco. Cuando le comenté que tampoco había tenido el gusto remató la charla diciendo que “a los grosos siempre hay que ir a verlos. No hay que quedarse con las ganas”.

Cuando me enteré que se había muerto Luis Alberto Spinetta me puse triste. Como si alguien muy cercano hubiese fallecido. No soy fanático del Flaco, pero me gusta su música. Sobre todo el primer disco de Almendra y Artaud, dos joyas del rock nacional. Aquel que no los escuchó de principio de fin debería apagar la tele un rato y hacerlo.

03 febrero 2012

La noche del conejo

A pesar del calor, la banda sigue tocando. El arte de la improvisación se apersona de la mano de dos bajos, tres guitarras, una trompeta, un sampler y un director de orquesta que les dice con qué intensidad tocar. La música suena un tanto inconexa, uno de los guitarristas, con antiparras incluidas, rasga su instrumento mientras hace muecas al público.

Todos los músicos visten de verano; la única mujer sobre el escenario, en ropa interior y el resto en cueros. Tienen calor, pero simulan ser un conjunto tocando en el fondo del mar. Debajo del escenario, las bebidas espirituosas desfilan por la noche veraniega. Para no ser menos, en la terraza, las risas y las anécdotas de una veintena de personas copan el aire libre.

En el baño del primer piso de la casona de Colegiales se gesta lo que será la segunda presentación musical de la noche. En el toilette, una dama de rastas anuncia que iba a cantar como invitada y recomienda a los presentes que no se lo pierdan.

Comenzó el show y el hip hop se adueña del ambiente. La tribu del oeste agita ante el improvisado escenario. Un flaco de pelo largo, se suelta la colita del pelo, se quita la camisa hawaiana y se mueve al ritmo de la música.

Afuera de la casona un grupo de agentes del orden municipal quieren suspender el festejo. Una chica hace parar la música justo cuando la dama de rastas subía a cantar como invitada. Le solicita al público que deje de saltar y que se siente porque no está permitido bailar.

El publico la abuchea y canta a capella. Golpean la puerta de entrada al lugar. Los de la municipalidad vuelven a pedir explicaciones y exigen que se suspenda el show. A una parejita le importa poco y nada lo que los organizadores y la municipalidad quieran. Abren la puerta, prometen volver cuando más tarde y, entre risas, salen por Matienzo en dirección a Cabildo. Aseguran que la pasaron muy bien y que repetirán la visita a la casona de Colegiales.

27 enero 2012

De Munro a Retiro en 26 minutos


Un viejo dice que se quedó ciego de un ojo y que a sus 70 años ya “no puede ni jugar al truco”. Ofrece un señalador con frases de amor a cambio “de lo que cada uno pueda”. En el final de su viaje deja un consejo para jóvenes y adultos: “hay que seguir peleándola siempre, sin bajar los brazos”. Se baja en Padilla, cuenta las monedas y las guarda en el bolsillo derecho de su saco gris raído a la espera del próximo tren a Retiro.

El calor de la tarde ya invade la formación y una madre intercambia el asiento con su hija de 6 años para que el sol no le pegue justo en la cabeza de la niña. En los asientos de enfrente dos amigos miran por la ventanilla, señalan el Estadio Monumental y se ríen entre ellos. Uno dice que el domingo le vuelven a ganar a "las gallinas” y por “goleada”. El otro, asiente socarronamente.

Falta poco para llegar a destino y un nuevo vendedor ambulante recorre el vagón. Ofrece una billetera de “simil cuero, trabajado” acompañado por un porta documento ideal para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero. Todo eso por la módica suma de 10 sólidos pesos argentinos. Una china que dormitaba le pide ver la mercadería. Pregunta si esos son los únicos colores que tiene, los mira de cerca y decide no llevarse la oferta.

La formación ingresa a la estación final y los pasajeros se acomodan a la espera de que se detenga para bajar. En el andén, docenas esperan para subir. En el hall principal, eternas colas para obtener la SUBE.

Foto: TonyU020

26 enero 2012

Que pase el que sigue

Masca chicle con fuerza. Con ganas, como si fuese la última vez en su vida que masca chicle. Suena el teléfono. El timbre retumba dos, tres, cuatro veces. Deja de pintarse las uñas y atiende. Le preguntan si esa es la oficina de Rentas y contesta que no. Del otro lado de la línea le inquieren si sabe cómo comunicarse con esa dependencia. Le dice que espere un momento. De fondo se escucha el sonido del chicle en proceso de mascado. Tras un par de minutos, le dice a qué teléfono tiene que llamar. Corta. Sigue mascando chicle y pintándose las uñas de un estridente color fucsia.

21 enero 2012

Fiesta de cumpleaños

Detrás de la reja verde inglés llamó a la cumpleañera con un alarido: "¿Vicky ya no me querés más que no me abrís?". Los tres que estaban en el pasillo mendigando un poco de aire fresco miraron hacia la entrada de la casa con sorpresa. Uno de ellos le avisó a la anfitriona que una nueva visita había llegado.

"¡Feliz cumpleaños, boluda! Hace mil que no te veo", dijo histriónicamente con otro grito al mejor estilo fan de los Beatles en los sesenta. "Bien, bien. ¿Y vos? Pasá, las chicas están en el fondo”, contestó la homenajeada.

La visita se sirvió un vaso de cerveza para matar los 33º nocturnos en Olivos Town y comenzó a charlar con Laura. A ella también le dijo que hacía mil que no la veía y le preguntó en qué andaba.

Laura le contó que estaba “a full con la tesis”, que estaba buscando un trabajo de medio tiempo para cubrirse “algunos gastos” y le elogió el reloj que llevaba en su muñeca derecha. "Está divino, viste. Son esas cosas que conseguís por 3 euros, pero que en otro lado las pagás 12 dólares", dijo sobre la adquisición del reloj con malla plástica color fucsia.

"¿Y cómo anda ese corazón, Lauri?", preguntó tapándose con la mano derecha la cara cual infante con vergüenza. "Solito, por ahora. A la espera de conocer gente", respondió y devolvió la pelota: "¿y vos?". "Ahí, viste. Yendo y viniendo", retrucó. Terminó de beber el vaso de cerveza y se explayó sobre el tema: "El otro día fui a una fiesta y un chaboncito me estuvo mirando toda la noche. Mucho histeriqueo visual, viste. En una de esas me acerco y resulta que no era del gremio. No sabés qué desperdicio, ¡estuve a punto de pedirle que se haga puto!”.

16 enero 2012

Las mañas no vienen solas

La charla entre dos amigos de entre cuarenta y tantos y cincuenta y pocos se detiene cuando uno de ellos frena la marcha para encender un cigarrillo. El más alto y más flaco, busca en el bolsillo derecho de sus bermudas negra un cigarro. Se palpa un par de veces y lo encuentra. 

No tiene fuego y con un gesto le pide a su amigo, que peina canas y pocos pelos, un encendedor. Apoya su bicicleta inglesa negra contra un árbol y saca del su pantalón una cajita de fósforos para su compañero fumador. Éste enciende el cigarrillo, agradece con la cabeza y devuelve las cerillas. Tras la primera pitada, prosigue la marcha con su amigo a su izquierda y retoma la conversación:

— El otro día se enojó con la hija porque la piba se compró un sommier. ¡Qué tipo! Dejala tranquila si se quiere comprar un colchón mejor. Para él, las cosas tienen que ser cómo a él le parecen. ¿Podes creer?
— Pero siempre fue igual. Desde que lo conozco que es así. Nadie lo va a cambiar a esta altura del partido.
— Sí, lo sé. Pero si a vos te gusta dormir en un colchón de mierda, es tu problema. No el de tu hija, ¿no es cierto? Si ella quiere dormir bien, dejala que se compre un sommier para descansar mejor.

14 enero 2012

Anoche soñé con Luca

Hace más de 45 minutos que espero al chabón este y no aparece. Ya arrancamos mal. Eso no se hace la primera vez que nos vamos a encontrar. Si ya tuviésemos confianza y supiese que siempre llega tarde no estaría esperando al pedo acá como un pelotudo. Pero ya está, no hay otra.

Si el Luis dice que este chabón tiene de la buena hay que creerle. Si hay alguien que sabe de falopa en esta ciudad de mierda, ese es el Luis. Ojalá hubiese venido él también, pero el quilombo con la Violeta esta vez es en serio. ¡Qué mina zarpada! Se limpia un lagarto y no la baja nadie. Encima, cuando le da a las pastas también termina del orto. Con el tema de las recetas truchas la van a agarrar y de esa no sale más. Ahí se le van a venir los quilombos al Luis, sobre todo con el pendejo. ¿Como le explica a una criatura de 5 años que la madre está presa porque es una drogadicta incorregible?

¡Puta madre! ¿Que hora es, loco? Este chabón del orto no va a venir. Para mí que lo pusieron. Encima, este café de mierda que me pedí no tiene gusto a nada.

Qué olor a pija que hay en este bar de mierda. El Abasto esta cada vez peor. Desde que cerraron el mercado este barrio perdió su gracia. Ahora hay gente rara por acá.

¿Qué onda ese pelado con lentes oscuros y campera de cuero comiendo ñoquis con tuco? Nadie le aviso que hace 40 grados a la sombra.

Y este chabón que no viene, la puta madre. Ya fue, yo me voy a la mierda.

07 enero 2012

Acotaciones veraniegas


Fernando está aburrido y con calor. Los 37º grados a la sombra no lo alientan a salir a la calle. La comodidad de su sillón y el aire acondicionado de su living son la coartada perfecta para no hacer nada. Se acomoda en su sofá y enciende la televisión.
En un canal de noticias presentan un informe desde de Punta del Este sobre una noche hawaiana auspiciada por una importante bodega de vinos. Todos los invitados al evento visten de “un riguroso blanco”, describe el notero. Una de las asistentes lleva un loro en su hombro derecho y dice que lo llevó a la fiesta porque “se enamoró” del animal.

Suena el teléfono y Fernando decide no atender. Luego del sexto timbrazo, el aparato deja de taladrar el dos ambientes de Parque Patricios. La fiesta en Uruguay resultó ser un éxito, informan desde la tele dándole un cierre a la nota.

Ahora, el presentador despide desde estudios centrales al movilero que se encuentra en la coqueta playa de San Ignacio rodeado de escuálidas mujeres son lentes oscuros y pañuelos de los más diversos colores sobre sus cabezas. Estalló el verano y los culos al sol se pasean por la pantalla.

Fernando también se despide de la costa esteña. En el canal de al lado, una vedette tira mierda contra su compañera de elenco de una obra revisteril marplatense. Los conductores del programa festejan cada una de sus bravuconadas y para finalizar sus exclusivas declaraciones le piden una vueltita para la tribuna. 

Ella accede encantada y dice que estuvo todo el invierno trabajando en el gimnasio para “tener este lomazo”. En la ciudad feliz los culos al sol también se pasean en la pantalla.