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11 septiembre 2012

Susana para todos

Susana no se llama Susana, sino Susanne. Llegó a la Argentina desde Alemania en la década del ‘80 y antes de afincarse en Colón vivió en Villaguay. Entre Ríos se convirtió su lugar en el mundo porque su padre tenía un tambo en la provincia y si bien le gusta vivir en el Litoral, algunas veces piensa que el pueblo está un poco quedado. Sobre todo en materia de información.

A Susana no le agradan los diarios de la zona porque tienen muchas noticias locales y eso la aburre. Por eso es que cada vez que puede, compra algún matutino de Buenos Aires y lo lee de punta a punta.

A Susana no le gusta madrugar, por eso es que sus clientes tienen que avisarle que es la hora del desayuno. Dice que cuando le vaya mejor y tenga muchos turistas va a contratar una persona para que atienda la hostería. Por ahora se las arregla con sus dos hijas. La más grande es una preadolescente con más ganas de vivir en Buenos Aires que tender camas. La más chica todavía es pequeña para algunas tareas, pero con apenas cinco años le avisa a Susana si algún huésped hizo algo fuera de las normas del reglamento del hospedaje.

A Susana se deleita con el Gancia y no desaprovecha la oportunidad para compartir un trago con amigas. De paso, se pone al corriente de las últimas novedades del pueblo y de los pueblos vecinos.

Susana estudió para ser contadora, pero estar ocho horas sentada ayudando en un estudio no era lo suyo. Dice que tiene hormigas en el culo y que por eso necesita un trabajo con más movimiento.

Para Susana, los opuestos se atraen. Algunos son alondras y que otros son búhos suele decirle a sus húespedes. Ella cuenta que es búho. Por eso cuando tenía que ir a negociar a los campos su horario preferido eran las 23. A esa hora muchos creían que Susana no tenía luces para hablar de números. Pero ella les demostraba que no se le escapaba ningún detalle.