El primer disco suyo que tuve en mis manos fue el que grabó en el ’97 con Los Socios del Desierto. Me lo prestó una amiga, quien se lo sacó a su hermano mayor. Para ella ese álbum doble era un discazo, con un tema mejor que otro. Para mi no era para tanto.
Apenas conocía un puñado
de canciones del Flaco y su música me parecía un tanto exuberante, si se
permite el término. Pero debo reconocer que por un par de semanas canté Jardín
de gente en la ducha. Me parecía — aún me parece — una canción preciosa. Junto
con Cheques, el corte de difusión de aquel disco, eran lo más interesante. Al
cabo de unas semanas le devolví el disco a mi amiga y le dije que estaba muy
bueno, como para no desilusionarla.
Pasaron unos cuantos años
y el Flaco se despachó con un concierto de más de cinco horas en el que se dio
el gusto de subirse al escenario con todos los que había tocado a lo largo de
su carrera. "No lo podía creer
", me contó mi amiga una semana después de ese concierto. "Estuve
llorando de emoción todo el recital", dijo sobre esa noche del 4 diciembre
de 2009.
Hoy un compañero en el
diario me pidió que baje el volumen de la televisión que estaba detrás de él.
Las canciones de Spinetta que sonaban en los canales de noticias lo estaban
matando. “No me pinches porque me pongo a llorar”, contó con lágrimas en los
ojos cuando le pregunté si lo había visto en vivo. "Lo seguía
bastante", dijo. "Tenía un primo que laburar con él. Una vez, lo vi
tras bambalinas. Me saludó y preguntó cómo andaba. Lo veías ahí y era un tipo sencillísimo",
comentó mientras su anécdota buscaba auxilio en un pañuelo de tela.
Media hora después mi novia me dijo por teléfono que ella nunca
había visto en vivo al Flaco. Cuando le comenté que tampoco había tenido el
gusto remató la charla diciendo que “a los grosos siempre hay que ir a verlos.
No hay que quedarse con las ganas”.
Cuando me enteré que se
había muerto Luis Alberto Spinetta me puse triste. Como si alguien muy cercano
hubiese fallecido. No soy fanático del Flaco, pero me gusta su música. Sobre
todo el primer disco de Almendra y Artaud, dos joyas del rock nacional. Aquel
que no los escuchó de principio de fin debería apagar la tele un rato y
hacerlo.