Fernando está aburrido y con calor. Los 37º grados a la sombra no lo alientan a salir a la calle. La comodidad de su sillón y el aire acondicionado de su living son la coartada perfecta para no hacer nada. Se acomoda en su sofá y enciende la televisión.
En un canal de noticias presentan un informe desde de Punta
del Este sobre una noche hawaiana auspiciada por una importante bodega de
vinos. Todos los invitados al evento visten de “un riguroso blanco”, describe
el notero. Una de las asistentes lleva un loro en su hombro derecho y dice que
lo llevó a la fiesta porque “se enamoró” del animal.
Suena el teléfono y Fernando decide no atender. Luego del
sexto timbrazo, el aparato deja de taladrar el dos ambientes de Parque
Patricios. La fiesta en Uruguay resultó ser un éxito, informan desde la tele
dándole un cierre a la nota.
Ahora, el presentador despide desde estudios centrales al
movilero que se encuentra en la coqueta playa de San Ignacio rodeado de
escuálidas mujeres son lentes oscuros y pañuelos de los más diversos colores
sobre sus cabezas. Estalló el verano y los culos al sol se pasean por la
pantalla.
Fernando también se despide de la costa esteña. En el canal
de al lado, una vedette tira mierda contra su compañera de elenco de una obra
revisteril marplatense. Los conductores del programa festejan cada una de sus
bravuconadas y para finalizar sus exclusivas declaraciones le piden una
vueltita para la tribuna.
Ella accede encantada y dice que estuvo todo el
invierno trabajando en el gimnasio para “tener este lomazo”. En la ciudad feliz
los culos al sol también se pasean en la pantalla.