Son las ocho de la noche en Cerro Azul, un pequeño pueblo
pesquero a unos 130 kilómetros de Lima. Tenemos hambre y sólo hay un
restaurante abierto: “La anchoveta azul”. En el restaurante hay una única mesa
ocupada —además de la nuestra—. Dos mujeres y un hombre conversan animadamente
con una botella una botella ¾ de Cusqueña de por medio.
No hay mucho para elegir en el menú porque es lunes y no hay
cocinero. Sin embargo, Efraín, el dueño del lugar, se ofrece para prepararnos
unas anchovetas fritas con papas fritas. Aprobamos la sugerencia y se derrumba
de un plumazo la idea de una cena liviana.
Cerro Azul es una localidad cuyo mejor momento fueron los
años sesenta. Durante esa época, como la gran mayoría de los pobladores, Efraín
se ganó la vida como pescador. A sus 71 años regentea un local pegado al muelle
y se define como el promotor de la anchoveta. Gracias a Efraín nos enteramos de
que este pez cuenta con la cantidad de Omega 3 diaria necesaria para una dieta
saludable.
—Comiendo tres filetes por día uno se mantiene sano. A los
niños deberían darles filetes de anchoveta y vayan a ver ustedes lo sanos que
crecen.
Según Efraín, Perú desaprovechó la oportunidad de imponer
este pez como el principal motor económico del país. El gran salto podría haber
sido en la década del ochenta. De esos años, Efraín no guarda recuerdos
positivos de Alan García, el presidente a quien le achaca no haber difundido la
anchoveta: “Nunca debe haber probado una porque estaba gordo como un cerdo”.
Foto: Aventours Perú