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23 abril 2012

Consejos de un viejo lobo de mar


Son las ocho de la noche en Cerro Azul, un pequeño pueblo pesquero a unos 130 kilómetros de Lima. Tenemos hambre y sólo hay un restaurante abierto: “La anchoveta azul”. En el restaurante hay una única mesa ocupada —además de la nuestra—. Dos mujeres y un hombre conversan animadamente con una botella una botella ¾ de Cusqueña de por medio.

No hay mucho para elegir en el menú porque es lunes y no hay cocinero. Sin embargo, Efraín, el dueño del lugar, se ofrece para prepararnos unas anchovetas fritas con papas fritas. Aprobamos la sugerencia y se derrumba de un plumazo la idea de una cena liviana.

Cerro Azul es una localidad cuyo mejor momento fueron los años sesenta. Durante esa época, como la gran mayoría de los pobladores, Efraín se ganó la vida como pescador. A sus 71 años regentea un local pegado al muelle y se define como el promotor de la anchoveta. Gracias a Efraín nos enteramos de que este pez cuenta con la cantidad de Omega 3 diaria necesaria para una dieta saludable.

—Comiendo tres filetes por día uno se mantiene sano. A los niños deberían darles filetes de anchoveta y vayan a ver ustedes lo sanos que crecen.

Según Efraín, Perú desaprovechó la oportunidad de imponer este pez como el principal motor económico del país. El gran salto podría haber sido en la década del ochenta. De esos años, Efraín no guarda recuerdos positivos de Alan García, el presidente a quien le achaca no haber difundido la anchoveta: “Nunca debe haber probado una porque estaba gordo como un cerdo”.