Pages

05 julio 2011

Los dueños de la patria para pocos

"Acá, en este país, no se puede ser dueño de nada”, dijo fuerte y claro una señora que hablaba desde su celular inteligente último modelo. “No hay nafta por ningún lado, tuve que dejar el auto en la estación y tomarme un colectivo”, añadió al tiempo que el albañil que viajaba en el asiento de al lado se despertó al escuchar la queja de la señora.

“Recorrí todas las estaciones de servicio y nada. No hay nafta por ningún lado”, le ratificó a su hija que estaba del otro lado del teléfono. El albañil la miró de reojo, mientras se acomodaba el gorro de lana negra para taparse mejor las orejas. “Pensar que yo viajo en tren y colectivo todos los días y en plena hora pico”, dijo para sus adentros el hombre mientras acomodaba en su regazo el viejo bolso negro maltratado por lso residuos de cemento, cal y arena.

“No me sirve de nada tomarme el colectivo, llegó tarde a la clase y la pierdo”, le explicó a su interlocutora. “Pensar que si yo llego tarde me descuentan plata. Y el tren o el colectivo a veces no hacen a horario”, reflexionó el hombre con su voz interior.

“Haceme un favor, cargame $ 30 para el teléfono porque no sé cuando me bajo de este colectivo. Ahora lo agarró la barrera”, dijo otra vez la indignada señora mientras sostenía fuertemente con el brazo que le quedaba libre su cartera de cuero color café con miedo a. “Otra vez la barrera, hoy sí que no llego a tiempo”, pensó resignado el albañil y trató de conciliar nuevamente el sueño a sabiendas que por delante le quedaba una larga jornada entre fratachos, cemento y ladrillos.