Ahí está una vez más, esperando al primer cliente de la noche. No pierde la esperanza de que un taxista o un trasnochado la levante en su esquina. Ya ni se acuerda lo que es coger por plata. Ni siquiera sabe cuál fue su último cliente.
A metros del cementerio de la Chacarita aguarda en la que será una noche larga.
Y se largó a llover como la última vez. El agua cae a baldazo limpio y ella se refugia debajo del techo de la entrada del edificio de Edenor. “Los de la radio no dijeron que se iba a largar semejante tormenta”, se dice.
El rimel berreta comprado en un súper chino de mala muerte ya es historia.
La lluvia es cada vez más fuerte. A lo lejos se ven destellos de relámpagos. Es prácticamente un hecho que esta noche nadie la va a levantar.
Doblando por Guzmán se acerca un taxi. Avanza bien despacio.
Ella se acomoda la peluca rubia y se acerca al cordón de la vereda. El taxi pasa por delante de ella y no frena. El taxi sigue camino y dobla por Jorge Newbery.
Ella espera por el primer cliente de la noche. Ahora, completamente empapada.