Un flaco de veintipocos está sorprendido por la ciudad
Buenos Aires y su actividad nocturna. Son pasadas la medianoche y el 93 se
mueve a paso de hombre por Las Heras, como si fuera plena hora pico.
— Acá son las doce y cuarto de la noche y no para de subir
gente al bondi —le cuenta el flaco a un amigo que está del otro lado de la
línea en Mar del Plata.
Está fascinado con Buenos Aires.
—Esta ciudad no duerme. No sabés lo que es: impresionante.
Te tengo que traer para que vos lo veas. —le dice.
Sí. Buenos Aires es fascinante. Muchos de los que viven acá
no se dan cuenta que esta ciudad tiene poco que envidiarle a otras capitales
del mundo. Salvo por algunos detalles.
Porque Buenos Aires es la ciudad en la que 52 personas
mueren aplastadas en una de las estación de trenes.
Porque Buenos Aires es vecina de un conglomerado donde otro
tren, primo cercano del anterior, lleva a bordo a cientos de laburantes que
pueden terminar en un hospital, si es que no van a parar a la morgue.
Porque Buenos Aires es la ciudad que se conmociona por el
crimen de una adolescente y donde periodistas creen estar resolviendo desde un
estudio de televisión con el morboso arte de acusar a alguien sin saber.
Porque Buenos Aires es la ciudad en la que los edificios
crecen como hongos y de vez en cuando alguno se desploma como si estuviese
construido con galletitas de agua.
Porque Buenos Aires es también la ciudad en donde el cajero
automático de un banco o el puente de una autopista son el hogar de cada vez
miles de personas.
Porque Buenos Aires es la ciudad donde algunos sonrientes
políticos dicen desde un afiche tener la solución para arreglar lo que está mal,
mientras que otros sonrientes políticos anuncian que tienen la fórmula para que
todo siga igual de bien.
Mientras tanto, un marplatense se fascina ante los
colectivos de la ciudad de Buenos Aires que van llenos a cualquier hora del
día.