"Disculpe, ¿Qué precio tiene este chupito?", fue mi inocente pregunta hacia la señora que atendía uno de los tantos negocios de regalos en el Puerto de San Sebastían. La señora, muy amablemente me indicó cuánto costaba e inmediatamente me preguntó de dónde era y los lugares que había visitado.
Casi como si fuese un tema universal en todas las conversaciones del planeta el clima se coló en la charla. "El pronóstico se equivoca. Dice que por acá va a llover, todo por intereses políticos porque ellos tienen sus hoteles en el sur", inquirió la señora con toda seguridad.
Mientras planchaba una remera negra con un estampado del País Vasco y la leyenda Euskal Herria, la señora aseveró: "Aquí la gente es educada y amable. Vaya usted a Santander y vea como lo atienden. No sé qué tienen los santerdinos".
Ah, por cierto. Mi apellido en realidad se escribe Ibarretxe.