Pages
28 diciembre 2013
24 diciembre 2013
El Mató : El héroe de la Navidad
22 diciembre 2013
10 noviembre 2013
06 noviembre 2013
¿El vecino vende droga?
Sospecho que mi vecino es dealer. Es peluquero y a su local sólo he visto entrar gente con el pelo corto. Hay algo que no me cierra. Sospechoso, como mínimo.
En un radio de dos cuadras hay tres peluquerías. Pero la suya es la única que entra y sale gente a cualquier hora. Su local es el centro de atención de la cuadra. Durante el día pasan conocidos del peluquero en moto, en auto, en bicicleta o de a pie. El saludo se repite: “¡Hugooooooooo!”.
Hay clientes que lo esperan a que abra la peluquería. ¿Son los manijas? Nunca falta el ansioso que toca timbre a las nueve de la mañana de un sábado preguntando por él. ¿Tanta desesperación por cortarse el pelo?
05 octubre 2013
01 octubre 2013
Estoy vivo gracias a la cumbia jujeña
Me levanté a las 5 de la mañana para subirme a un bondi que me llevará de Iruya a Humahuaca por un camino de cornisa. Será una hora de ascenso zigzagueante hasta los cuatro mil metros de altura. Un viaje en la oscuridad de la madrugada con el precipicio de una montaña como un paisaje que no se ve pero que está ahí.
Aparece el chofer del colectivo de línea: tiene cara de dormido. La gomina que le aplasta los rulos no disimula las marcas de almohada en su rostro. Este tipo se va a apoliyar en el medio del trayecto, todos vamos a ir a parar al precipicio y seremos tapa de los diarios locales.
Llega un grupo de pibes de una escuela de la zona. Se van de excursión. Cantan y se hacen chistes entre ellos. Chicos, vamos a ir por un camino de cornisa en medio de la noche, ¿se enteraron?
El chofer enciende el motor del bondi. Se acomoda en su habitáculo y sube el volumen del estéreo. A partir de este momento, las canciones del grupo K'Dencia tienen la responsabilidad de que el chofer no se quede dormido.
03 septiembre 2013
Hagan sus apuestas
En la empresa todos saben que El Topo levanta quiniela.
Algunos se ponen nerviosos cuando no lo ven, pero el Topo es puntual: todos los
días a las 17:45 ya está en su puesto. Llega con tiempo de sobra para
acomodarse y recibir las apuestas de sus compañeros.
Su rutina comienza con su visita sector por sector y saludar
a sus compañeros. “Buenas tardes”, dice. Quiere recordarles que llegó y que
pueden acercarse a jugar un numerito. Si de casualidad alguien ya lo había
cruzado antes, El Topo lo saluda otra vez.
El Topo es petiso, pelado —pero con una colita de caballo ya
encanecida— y tiene anteojos culos de botella. Quien le puso el apodo dio en la
tecla. El Topo parece un dibujo animado. Siempre está vestido igual: zapatillas
deportivas blancas, pantalón de vestir claro (muy a veces, oscuro) y camisa de
manga corta.
Falta media hora para que se sortee la nocturna y El Topo no
da a basto. Hoy parece que a varios les picó el bichito de la apuesta. El Topo
saca del bolsillo billetes de 10, de 20 y de 50. Parece que tiene todo el
cambio que los cajeros automáticos no entregan.
Ya no hay más apuestas. Es el momento de llamar por teléfono
para pasar los números de la noche. Hasta las ocho y media ya se sabe que el
teléfono del sector estará inutilizado hasta que El Topo termine de pasar los
números.
Poco minutos antes de las nueve de la noche el televisor no
se mueve de Crónica, el canal que pasa los sorteos de la Quiniela sin importar si
se muere Chávez o eligen un Papa argentino. El Topo es el único que mira el televisor.
Con papel y lápiz en mano anota los números que van saliendo. ¿Habrá ganador?
23 agosto 2013
Yo quiero mi pedazo
El pibe se encuentra por casualidad a la amiga en la parada del bondi. Intuye que ella puede conseguirle lo que no encuentra desde hace días.
—No hay por ningún lado —dice él.
—A veces pasa —contesta la amiga.
—¿Vos tenés algo?
—Puedo conseguir un poco. A mi marido le cabe, así que puedo tener.
—Joya. Es que no se consigue por ningún lado— repite él.
—Sí, a veces pasa.
El pibe mira hacia atrás dos veces para asegurarse que nadie esté escuchando la conversación. Ella, sentada en el banco del refugio espía si viene el bondi que la deja frente al Banco Provincia.
—¿Cuál era tu timbre?—quiere saber el pibe.
—Segundo A.
—¿A qué hora puedo pasar?
—Y, venite a la una y media— y enseguida se corrige—. Mejor a las dos de la tarde.
—Joya. Paso a las dos. Nos vemos.
El pibe se aleja con las manos dentro de los bolsillos del camperón de River para combatir la ola polar. Ella espera un par de minutos más el bondi. Sube al 93. Se acomoda en el asiento y llama al marido.
—Hola, mi amor. ¿Hoy lo ves al tipo este? Tengo un amigo que también quiere.
Del otro lado de la línea la idea no agrada.
—Es un amigo del barrio. Está todo bien. Quiere un 25.
Vía Ciudad Pintada
—No hay por ningún lado —dice él.
—A veces pasa —contesta la amiga.
—¿Vos tenés algo?
—Puedo conseguir un poco. A mi marido le cabe, así que puedo tener.
—Joya. Es que no se consigue por ningún lado— repite él.
—Sí, a veces pasa.
El pibe mira hacia atrás dos veces para asegurarse que nadie esté escuchando la conversación. Ella, sentada en el banco del refugio espía si viene el bondi que la deja frente al Banco Provincia.
—¿Cuál era tu timbre?—quiere saber el pibe.
—Segundo A.
—¿A qué hora puedo pasar?
—Y, venite a la una y media— y enseguida se corrige—. Mejor a las dos de la tarde.
—Joya. Paso a las dos. Nos vemos.
El pibe se aleja con las manos dentro de los bolsillos del camperón de River para combatir la ola polar. Ella espera un par de minutos más el bondi. Sube al 93. Se acomoda en el asiento y llama al marido.
—Hola, mi amor. ¿Hoy lo ves al tipo este? Tengo un amigo que también quiere.
Del otro lado de la línea la idea no agrada.
—Es un amigo del barrio. Está todo bien. Quiere un 25.
Vía Ciudad Pintada
02 agosto 2013
30 julio 2013
El día que Kunkel abrazó a Lilita
La noticia impacta desde el lado en que se la mire. Un tipo entró al Congreso y se inmoló en plena sesión de Diputados. Como si fuera parte de un reality show de políticos, y delante de las cámaras de televisión, un tipo gritó una consigna anarquista y ¡boom!
Un par de legisladores del Movimiento Popular Neuquino murieron en el acto. Algunos diputados fueron internados con heridas graves. Caos. Gritos y legisladores ensangrentados por doquier. Las cámaras de televisión se quedan con una imagen: Carlos Kunkel abrazando con fuerza a Lilita Carrió.
Me despierto agitado y transpirado. Fue una mala pesadilla. Deben ser como las siete y media de la mañana, el vecino de al lado otra vez hace un quilombo bárbaro con el portón para sacar el auto.
Tanto político pululando en afiches, televisión y radio me está afectando el cerebro. Espero que la campaña pase lo más rápido posible. Total, los políticos siguen sin hablar de política y los que ahora son candidatos se tiran mierda entre ellos por lo que hicieron antes, sin recordar las promesas de la última campaña que nunca cumplieron.
Posteado por
Xavier
12 julio 2013
Las hormigas también rapean
Están por todos lados: en tu casa, en el parque, en el bondi y con la humedad salen a saludarte. Si te rascás, tenés una hormiga cerca. Pasame el Raid.
28 junio 2013
Sonría, lo estamos filmando
El crimen de Ángeles está en boca del país. Sobre todo en los canales de noticias: machacan por cadena nacional al público con el asesinato de la adolescente. Que un sospechoso por acá, que un testigo encubierto por allá, que un video esclarecedor por el otro lado y así los conductores se pasan el santo día haciendo lo que mejor saben: hablar sin saber.
Hernán vino a arreglar la computadora. Mientras cambia la fuente conversamos de la vida misma. Primer tema de la mañana: el frío. Segundo: el crimen de la adolescente.
—Todavía no puedo creer lo de Ángeles —y Hernán come un bizcocho—. Es terrible.
Asiento con la cabeza, le paso el mate.
Como casi medio del país, Hernán tiene un sospechoso en la mira.
—El que tiene una cara de loco es el padrastro de Ángeles. ¿Viste cómo abre los ojos? Para mi, él tiene algo que ver.
Pero Hernán no tiene pruebas.
—Para mi lo mejor es que haya cámaras por todos lados. Si pasa algo, está grabado. Porque sino, los delincuentes te matan.— y me devuelve el mate.
No le respondo. Se me queda mirando. Le ofrezco más bizcochos, se come un par y dice que no quiere más mate. Confirma que la computadora funciona bien y se va. Tiene que ir hasta Tigre. Quizás en el territorio de Massa una de las tantas cámaras de seguridad lo grabe mientras baja del bondi.
Foto: Rocío Soledad
14 junio 2013
Bienvenido a la selva
Un flaco de veintipocos está sorprendido por la ciudad
Buenos Aires y su actividad nocturna. Son pasadas la medianoche y el 93 se
mueve a paso de hombre por Las Heras, como si fuera plena hora pico.
— Acá son las doce y cuarto de la noche y no para de subir
gente al bondi —le cuenta el flaco a un amigo que está del otro lado de la
línea en Mar del Plata.
Está fascinado con Buenos Aires.
—Esta ciudad no duerme. No sabés lo que es: impresionante.
Te tengo que traer para que vos lo veas. —le dice.
Sí. Buenos Aires es fascinante. Muchos de los que viven acá
no se dan cuenta que esta ciudad tiene poco que envidiarle a otras capitales
del mundo. Salvo por algunos detalles.
Porque Buenos Aires es la ciudad en la que 52 personas
mueren aplastadas en una de las estación de trenes.
Porque Buenos Aires es vecina de un conglomerado donde otro
tren, primo cercano del anterior, lleva a bordo a cientos de laburantes que
pueden terminar en un hospital, si es que no van a parar a la morgue.
Porque Buenos Aires es la ciudad que se conmociona por el
crimen de una adolescente y donde periodistas creen estar resolviendo desde un
estudio de televisión con el morboso arte de acusar a alguien sin saber.
Porque Buenos Aires es la ciudad en la que los edificios
crecen como hongos y de vez en cuando alguno se desploma como si estuviese
construido con galletitas de agua.
Porque Buenos Aires es también la ciudad en donde el cajero
automático de un banco o el puente de una autopista son el hogar de cada vez
miles de personas.
Porque Buenos Aires es la ciudad donde algunos sonrientes
políticos dicen desde un afiche tener la solución para arreglar lo que está mal,
mientras que otros sonrientes políticos anuncian que tienen la fórmula para que
todo siga igual de bien.
Mientras tanto, un marplatense se fascina ante los
colectivos de la ciudad de Buenos Aires que van llenos a cualquier hora del
día.
18 mayo 2013
Autopista al futuro
05 mayo 2013
River, decime que se siente...
Son las doce del mediodía. Faltan cuatro horas para que jueguen Boca y River en la Bombonera. A lo lejos se escucha el bramido de una banda de forajidos cantando:
River, decime que se siente haber jugado el Nacional.
Te juro que aunque pasen los años, nunca lo vamos a olvidar.
Que te fuiste a la B, quemaste el Monumental,
esa mancha no se borra nunca más.
Che gallina sos cagón, le pegaste a un jugador,
que cobardes los Borrachos del tablón.
¿Será el tren cargado con hinchas de Boca yendo para la cancha? ¿Y no se cruzarán con los de River en Retiro? Alto bardo se armaría.
La canción se repite y se escucha muy cerca. Cantan, pero no se alejan. Es como si gritaran acá atrás, en el patio del vecino.
El griterío se corta abruptamente.
No es la hinchada en vivo y en directo: es un video de YouTube a todo volumen. El vecino de atrás ya lo palpita como si estuviese en la popular, le da play y grita:
River, decime que se siente haber jugado el Nacional.
Te juro que aunque pasen los años, nunca lo vamos a olvidar.
Que te fuiste a la B, quemaste el Monumental,
esa mancha no se borra nunca más.
Che gallina sos cagón, le pegaste a un jugador,
que cobardes los Borrachos del tablón.
Una y otra vez.
Voy a comprar pan. Vuelvo y siguen el video y el vecino a todo volumen:
River, decime que se siente haber jugado el Nacional.
Te juro que aunque pasen los años, nunca lo vamos a olvidar.
Que te fuiste a la B, quemaste el Monumental,
esa mancha no se borra nunca más.
Che gallina sos cagón, le pegaste a un jugador,
que cobardes los Borrachos del tablón.
Preparo la salsa para los fideos y el vecino sigue cantando:
River, decime que se siente haber jugado el Nacional.
Te juro que aunque pasen los años, nunca lo vamos a olvidar.
Que te fuiste a la B, quemaste el Monumental,
esa mancha no se borra nunca más.
Che gallina sos cagón, le pegaste a un jugador,
que cobardes los Borrachos del tablón.
Cuarenta minutos cantando lo mismo. Gritando como si estuviese del otro lado del alambrado de la Bombonera.
De repente, silencio.
Parece que el vecino se fue a almorzar.
****
Al final, Boca y River empataron uno a uno. Es decir, no ganó ningún de los dos. Pero son las siete y media de la tarde y el vecino sigue cantando:
River, decime que se siente haber jugado el Nacional.
Te juro que aunque pasen los años, nunca lo vamos a olvidar.
Que te fuiste a la B, quemaste el Monumental,
esa mancha no se borra nunca más.
Che gallina sos cagón, le pegaste a un jugador,
que cobardes los Borrachos del tablón.
Me imagino de qué manera pide media docena de cañoncitos en la panadería del barrio.
03 mayo 2013
Pasá la Sube por acá
El ruido del motor del bondi descangallado taladra la cabeza de los pasajeros. El tipo del asiento atrás grita para que del otro lado del celular lo escuchen. Putea porque tiene el auto en el taller y tuvo que moverse en colectivo durante la mañana.
—El colectivo, el tren y el subte es de pobre. Me levanté a las 5 la mañana porque tenía que tomarme dos colectivos —y resopla—. Imaginate que con el auto estoy en cuarenta minutos. ¿Te das cuenta que sin el auto no puedo estar?
Del otro lado del teléfono está Yeni. Le hace preguntas preguntas sólo para molestarlo.
—¿Cómo voy a tener una Sube La última vez que subí a un bondi no existía la tarjeta. Soy de la época en la que los choferes cortaban los boletos de colores.
La calle tiene más pozos que asfalto, pero al chofer no le importa demasiado. El colectivero agarra una cuneta como si fuese la última vez y la unidad pega un salto. El bondi: no se partió al medio de causalidad. Los pasajeros nos agarramos de donde podemos.
El tipo del asiento de atrás sigue hablando por celular.
—Agarré la tarjeta de Luana y la pasé por todos lados. No sabía donde pasarla. Pensé que se
metía por la ranura de la máquina de monedas. Y vi que había otra máquina al lado que no había visto. El chofer me dijo : "apoyala acá". Y la pasé por todos lados hasta que enganchó.
Del otro lado de la línea Yeni se ríe y le dice que se parece a una vieja.
—No. Las viejas deben tener más idea que yo —y se ríe—.
El tipo del asiento de atrás le dice a Yeni que le tiene que cortar porque está por llegar.
El colectivero frena de golpe en Chacarita, abre las puertas del bondi y el malón baja. Los pibes que salieron de la escuela, las señoras que limpian casas, los cadetes de empresas, los jardineros, los albañiles, los estudiantes universitarios, los cajeros de supermercados, las jubiladas que van a visitar un muerto al cementerio, todos se pierden en la multitud.
Entre todos ellos, está el tipo del asiento de atrás que un mediodía de mayo usó la Sube por primera vez.
27 abril 2013
Maravilla viaja con vos en el bondi
Sergio Martínez está apoyado contra las cuerdas del
ring. Tiene la mirada segura del campeón. Camisa roja. Corbata y traje satinado
negro. Pañuelo rojo en el bolsillo del saco. Parece más un playboy que un
boxeador. Su imagen desafiante se pasea por todo Buenos Aires en la luneta de
los colectivos. La empresa que lo viste se promociona como la marca Argentina
que viste al campeón del mundo.
21 abril 2013
Leo Fariña hasta en la sopa
Mañana de domingo soleado en Vicente López. Los nenes corren por el parque, se tiran de los pelos y gritan por sus madres. Los señores padres conversan de cosas importantes, esas que salen en la tele y tienen en vilo a todo el país.
—La hizo bien Lanata —dice el tipo, con la panza al aire y mate en mano—. Tiró la bomba en el primer programa y tuvo mucho rating.
—Sí. La hizo bien —responde el amigo, acomodándose los lentes de sol—. Después le dijo a Rial y entre los dos armaron un quilombo bárbaro.
—En América están todo el día con lo de Fariña. Todo el día Rial, Ventura y Mauro —chupa y pasa el mate—.
—Ese Viale es un hijo de puta —ceba otro amargo y se lo toma—.
—Es que le chupa un huevo todo —dice el panzón y acomoda los rulos—. No está de un lado ni del otro. No le importa qué le importa al gobierno.
—Puede ser.
Llega la mujer del panzón. Le grita al marido porque mientras él y su amigo toman mate, los pibes se fajan a veinte metros de ellos. Se queja porque no se los puede dejar cuidando a los chicos y corre a separar a los nenes. El panzón chupa otro mate y acomoda sus rulos otra vez.
26 marzo 2013
La pesadilla
Hace unos días tuve una pesadilla. Soñé que un amigo de la secundaria moría en un accidente de tránsito. Nunca me acuerdo los sueños y menos aún las pesadillas. Temí lo peor. No pude volver a dormir pensando si le había pasado algo. Hace unos años, su madre y su hermana menor murieron en un accidente en una ruta de Córdoba.
A la mañana siguiente lo primero que hice fue mandarle un mensaje vía Facebook para ver cómo estaba. No sabía nada de su vida desde hacía un par de meses. Por suerte, su respuesta no tardó en llegar: “Estoy laburando de noche en un hotel de Las Cañitas”.
Estaba vivito y coleando. Sano y salvo.
“Igual tengo los días contados porque detesto el horario y estar en negro”, agregó. Uno más descontento con su trabajo. Bienvenido al club.
No le conté nada sobre la pesadilla que tuve.
A la mañana siguiente lo primero que hice fue mandarle un mensaje vía Facebook para ver cómo estaba. No sabía nada de su vida desde hacía un par de meses. Por suerte, su respuesta no tardó en llegar: “Estoy laburando de noche en un hotel de Las Cañitas”.
Estaba vivito y coleando. Sano y salvo.
“Igual tengo los días contados porque detesto el horario y estar en negro”, agregó. Uno más descontento con su trabajo. Bienvenido al club.
No le conté nada sobre la pesadilla que tuve.
15 marzo 2013
El Mateo
Este verano en Uruguay alguien me dijo: “El Mateo era un músico que no se hacía problema por grabar. Hay pocas cosas registradas de él porque no le daba importancia. Lo que se rescató fue gracias a sus amigos. Él tocaba en la Tristán Narvaja y no ponía un tachito para las monedas. Él compartía su música”.
Eduardo Mateo y Fernando Cabrera: "La mama vieja"
12 marzo 2013
Inflación para todos (y todas)
Un irlandés, un portugués y una argentina from Boedo conversan en inglés en el patio de un hostel de Colonia. El lusitano exhala el humo de su cigarrillo y cuenta que en Buenos Aires algunas cosas están más caras que en su país. Todo menos el transporte: “Lo barato son el subte y los colectivos”. “Decimelo a mi que vivo en Buenos Aires todo el año”, le responde la chica con la cara colorada tras una jornada soleada.
El irlandés no tiene nada que decir sobre el alza de los precios. Él todavía no conoce Buenos Aires, pero cambia el tema de la conversación y pregunta si lo que se habla en Argentina es lo mismo que en España. La chica es terminante: “No. Nosotros hablamos castellano”. La respuesta parece no haberle satisfecho. Esperaba una ampliación. Pero eso no sucede y se queda callado.
Hay un bache en la conversación.
El portugués sigue fumando. Su pelada brilla.
El portugués sigue fumando. Su pelada brilla.
Continúa el silencio.
La chica se acomoda su colorida pollera de bambula y se recoge el pelo. La cara está más colorada de lo que parecía. Se tomó todo el sol que pudo en un sólo día. El portugués no tiene marcas: su pelada está intacta; más blanca que un papel.
Sin que le pregunten, la chica retoma la charla. Le cuenta a ambos que está ahorrando para viajar por España y por Portugal. El portugués dice que Lisboa es baratísimo, salvo por los alquileres de los departamentos y que por eso él vive a las afueras de la ciudad. El pelado es un ministro de economía. Le advierte a la chica de Boedo que Madrid es parecida a Buenos Aires, pero más cara que Lisboa.
08 marzo 2013
05 marzo 2013
Sin banderas
Iván se sirve otro vaso de whisky. Es el segundo de la noche. Mira el cielo despejado de Punta del Diablo y se fascina con la luna llena. La luna es una de sus debilidades. Cazuza es otra. Conoció su música cuando vivió en Brasil. Iván sabe de qué se trata eso de vivir lejos de su país. En los ochenta se escapó hacia Argentina de la dictadura uruguaya: “La cosa acá estuvo brava porque era todo muy chico —toma un trago de whisky—. Si caías en Artigas y decías que venías de Montevideo ya eras sospechoso”.
Llegó a Buenos Aires en marzo del ‘82. Ni bien puso un pie en Retiro Iván vio a una muchedumbre que quería tirar abajo la Torre de los ingleses. Tiempos agitados. Vivió en San Telmo, en el Abasto y en Monte Grande. Trabajó en una pizzería del Microcentro, pero lo suyo no eran las masas con salsa de tomate y queso, sino el maquillaje y la puesta en escena para murgas. Como docente en ese arte viajó por varios países de Europa. Berlín y Barcelona le encantaron. En 2008 vivió varios meses al sur de Italia. Allá enseñaba cómo se hacían las puestas en escenas de las murgas uruguayas. Pero el sueño duró poco. Los recortes en el área de Cultura de Berlusconi le hicieron pegar la vuelta a sus pagos.
Iván llena el formulario del hippie: es artista, viste remera y pantalón de bambula y luce en su mentón una barba encanecida. También es zurdo y banca a muerte a “Pepe” Mujica. En su biblioteca hay lugares reservados para un par de libros sobre el ex Tupamaro y quien le pregunte por el presidente de Uruguay encontrará en Iván al primer defensor.
—El tipo va a fondo porque no va por otro mandato —dice y enumera—. ¿El aborto? Agarra y va. ¿La legalización de la marihuana? Agarra y va. Para él no hay especulación política.
Sobre Tabaré Vázquez Iván no guarda los mejores recuerdos. Sobre todo en cuanto al debate sobre el aborto: “Se lavaba las manos con eso del juramento hipocrático y le dejaba el negocio a las mafias blancas”.
Iván mira la luna llena otra vez. El vaso ya tiene poco de whisky y más de agua.
—Vo’, mirá que luna la de hoy. Igual no se compara con la que se ve en el Polonio.
Iván recuerda cuando en Cabo Polonio los puestos de artesanías no aceptaban Visa o Mastercard y cuando llegar allí era toda una aventura. Hace veinte años cumplió uno de sus sueños y se armó un ranchito allá: “Estoy a 200 metros de cada playa —Iván cierra los ojos y se transporta al lugar—. A la noche escucho como rompe la ola de una playa y luego como rompe la otra”.
Pero Cabo Polonio no es para cualquiera. Una vez le alquiló su ranchito a un porteño y el tipo lo llamó para decirle que no había luz. Iván no dudó. Al inquilino le dijo que le diera las llaves al vecino y que le devolvía la plata: “Ese tipo no entendió nada. No sabía ni a dónde iba”.
Vía Ciudad Pintada
Vía Ciudad Pintada
02 marzo 2013
26 febrero 2013
Sol, playa, neurosis y garrafas vacías
Alvar es psicólogo, pero ya no se dedica a analizar angustias ajenas. Ahora, lo suyo es barrer hojas secas, cambiar garrafas, destapar baños y principalmente atender cordialmente a los turistas que se alojan los ranchos que administra su mujer, Claudia, en la Barra de Valizas. Él nos recibe con una gran sonrisa. Detrás nuestro está su esposa argentina, quien no se despega de su cartera negra. Allí guarda su tesoro más preciado: los dólares que pagan los turistas por alojarse. Claudia nos muestra el rancho y se va.
Cuando le contamos a Alvar que somos de Buenos Aires su cara se ilumina: “Lo que más me gusta de allá es el café expreso. Cuando voy lo primero que hago es tomarme uno. Es riquísimo y acá no hay”. Sin embargo, Alvar no es ajeno a la neurosis de los porteños.
—Buenos Aires es divina. Pero la gente tiene una mala onda que no se puede creer: los taxistas sobre todo—dice el otrora psicólogo.
Alvar nos pregunta si ya conocíamos las playas de Rocha, cuánto tiempo nos vamos a quedar y qué lugares vamos a visitar. Alvar es locuaz, creemos que hace rato que no conversa más de diez minutos con alguien. Le contamos que nuestra idea es recorrer varias playas del departamento. Nos felicita por la elección y dice que las playas son hermosas. “La mejor hora son las siete de la tarde”, sentencia Alvar y cuenta las razones: “El agua está calentita y el sol no pega tanto”.
—También teníamos ganas de conocer Cabo Polonio.
—Tengo amigos que viven ahí y es muy lindo. Pero en verano no hay sombra y el sol te mata. Y si vas en invierno, a las cuatro y media de la tarde se hace de noche. Te la regalo.
—¿Y Punta del Diablo?
—Está de moda. Echaron a todos los pescadores porque les arruinaba el paisaje. A los tipos les da vergüenza ir a tomar una cerveza en camiseta al bar al que van durante todo el año porque los miran mal.
Parece que Alvar no quiere que nos vayamos de esta playa. Deberían elegirlo como secretario de turismo de Valizas.
—Van a ver que lindas que son las noches acá. El cielo estrellado es alucinante. Las estrellas son lo único que nos queda.
Claudia regresa. Llegaron dos nuevos turistas y lo busca a Alvar para que les muestre las instalaciones. Allá va él, con una sonrisa de oreja a oreja: “¿De dónde son chicos?”.
Cuando le contamos a Alvar que somos de Buenos Aires su cara se ilumina: “Lo que más me gusta de allá es el café expreso. Cuando voy lo primero que hago es tomarme uno. Es riquísimo y acá no hay”. Sin embargo, Alvar no es ajeno a la neurosis de los porteños.
—Buenos Aires es divina. Pero la gente tiene una mala onda que no se puede creer: los taxistas sobre todo—dice el otrora psicólogo.
Alvar nos pregunta si ya conocíamos las playas de Rocha, cuánto tiempo nos vamos a quedar y qué lugares vamos a visitar. Alvar es locuaz, creemos que hace rato que no conversa más de diez minutos con alguien. Le contamos que nuestra idea es recorrer varias playas del departamento. Nos felicita por la elección y dice que las playas son hermosas. “La mejor hora son las siete de la tarde”, sentencia Alvar y cuenta las razones: “El agua está calentita y el sol no pega tanto”.
—También teníamos ganas de conocer Cabo Polonio.
—Tengo amigos que viven ahí y es muy lindo. Pero en verano no hay sombra y el sol te mata. Y si vas en invierno, a las cuatro y media de la tarde se hace de noche. Te la regalo.
—¿Y Punta del Diablo?
—Está de moda. Echaron a todos los pescadores porque les arruinaba el paisaje. A los tipos les da vergüenza ir a tomar una cerveza en camiseta al bar al que van durante todo el año porque los miran mal.
Parece que Alvar no quiere que nos vayamos de esta playa. Deberían elegirlo como secretario de turismo de Valizas.
—Van a ver que lindas que son las noches acá. El cielo estrellado es alucinante. Las estrellas son lo único que nos queda.
Claudia regresa. Llegaron dos nuevos turistas y lo busca a Alvar para que les muestre las instalaciones. Allá va él, con una sonrisa de oreja a oreja: “¿De dónde son chicos?”.
23 febrero 2013
La puta que nadie quiere coger
Ahí está una vez más, esperando al primer cliente de la noche. No pierde la esperanza de que un taxista o un trasnochado la levante en su esquina. Ya ni se acuerda lo que es coger por plata. Ni siquiera sabe cuál fue su último cliente.
A metros del cementerio de la Chacarita aguarda en la que será una noche larga.
Y se largó a llover como la última vez. El agua cae a baldazo limpio y ella se refugia debajo del techo de la entrada del edificio de Edenor. “Los de la radio no dijeron que se iba a largar semejante tormenta”, se dice.
El rimel berreta comprado en un súper chino de mala muerte ya es historia.
La lluvia es cada vez más fuerte. A lo lejos se ven destellos de relámpagos. Es prácticamente un hecho que esta noche nadie la va a levantar.
Doblando por Guzmán se acerca un taxi. Avanza bien despacio.
Ella se acomoda la peluca rubia y se acerca al cordón de la vereda. El taxi pasa por delante de ella y no frena. El taxi sigue camino y dobla por Jorge Newbery.
Ella espera por el primer cliente de la noche. Ahora, completamente empapada.
19 febrero 2013
La gata Flora
Desde hace unos meses le invadí su espacio. Nos conocemos desde hace rato, pero los dos sabemos que ella estaba antes que yo. Para qué ocultarlo. Cuando tenía apenas unas semanas de vida la puse en una pala y la deambulé por el aire. Por esa iniciativa fui criticado. Con justa razón, fui tildado de nene que nunca tuvo mascota.
Ahora a veces no me escapa. Cuando se siente ofendida se para sobre el lavarropas y me pide entrar. Le abro la puerta me mira, da media vuelta y se va al jardín del vecino. Esa es su esencia: gataflorismo puro.
Me mira cuando escribo y es la única que escucha cuando leo en voz alta. Borré varios párrafos sólo porque ella miraba para otro lado y me quitaba su atención. Los gatos son perceptivos, dicen.
Ya no viene a despertarme a la mañana. Con el calor prefiere salir a fuera y refugiarse debajo de alguna planta del vecino. Más fresca que el departamento, por cierto. En estos momentos, nuestra relación se reduce a la acción: ella se trepa a la puerta y maúlla para salir. Luego, maúlla para entrar. Y volvemos a la acción.
07 febrero 2013
29 enero 2013
Osvaldo Soriano (1943 – 1997)
“A mis personajes la historia los arrastra, porque así es la historia argentina. No hay necesidad de remontarnos al origen, miremos nada más que los años 70. Fulano daba un paso y después lo arrastraban unos cinco pasos más, y después ya estabas en medio del mar y había que nadar. El boxeador y el cantor de tangos de Cuarteles de invierno son dos soledades que se encuentran, que vienen a una fiesta chiquita en un pueblo de provincia. Su plan es irse a al día siguiente a Buenos Aires: no tienen en cuenta que hay una dictadura, son personajes grises, comunes, de los que podrían haber dicho que no sabían lo que pasaba. El problema es que una vez que están en el pueblo toman conciencia de que la fiesta la dan los milicos”.
Entrevista con Luis Bruschtein, Página/12, octubre de 1995.
Foto: Sara Facio.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)